El rescate de las instituciones que se pervirtieron para convertirse en generadoras de corrupción en vez de promotoras del bien común no es cosa sencilla y no bastan las buenas intenciones. Ahora el gobierno ha nombrado a un nuevo Ministro de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda para dirigir lo que ha sido la auténtica piñata de sucesivos gobiernos para realizar oscuros negocios que se reflejan en el deterioro de toda la infraestructura nacional y en las maletas que llenan de dinero quienes han tenido a su cargo ese ministerio.
Ayer hablamos del ejemplo de Conred cuya captura se tradujo en la absoluta incapacidad para realizar efectivamente la más mínima reducción de desastres porque Jimmy Morales la convirtió en una pieza más de esa enorme maquinaria de saqueo de los fondos públicos, pero esa incapacidad está generalizada en todas las instituciones y posiblemente el Micivi, por la cantidad de dinero que maneja, sea una especie de niña bonita.
Al margen de las causas de destitución de la ministra Jazmín de la Vega y la designación de Félix Alvarado para dirigirlo, lo cierto es que urge una efectiva auditoría del uso de los miles de millones de quetzales que se asignaron desde el Congreso en años pasados, luego de oscuros pactos con diputados, al Micivi y que no sirvieron para mejorar la infraestructura porque lo que perseguían era mordidas a montones.
Lamentablemente no tenemos una Contraloría de Cuentas que cumpla su gorda obligación de auditar el uso de todo el dinero, pero es indispensable contar con esa herramienta en el proceso de reconstitución institucional ordenado por los electores en la última elección. Un informe claro y preciso de qué se hizo con todo ese dinero que, durante los cuatro años de Giammattei y Martínez les entregaron los diputados del oficialismo a las pandillas que les repartían contratos y mordidas, es indispensable y la ciudadanía tiene pleno derecho a conocer las interioridades de tanta porquería.
Tristemente no es una dependencia la que esté contaminada al punto de perder su capacidad para cumplir con sus obligaciones puesto que el mal se extendió con más fuerza que el virus del Covid por todas y cada una de las entidades públicas porque era obligado generar dinero para quienes desde la misma Presidencia fueron creando ese enorme monstruo.
Hace falta claridad, carácter y buena comunicación con los ciudadanos para ir avanzando en ese compromiso para cumplir lo ordenado por los electores en las urnas y entendemos que es tarea inmensamente abrumadora, pero cabalmente por ello es que se deben redoblar los esfuerzos sin detenernos ni para tomar aire. Juntos, ciudadanos y gobierno, debemos luchar seriamente para poner sobre la mesa hasta dónde nos llevaron esas maniobras perversas y lo que debemos hacer para enderezar la ruta.