Terminó el primer período ordinario de sesiones de la actual legislatura que tomó posesión de sus cargos el 14 de enero y la alianza que se formó ese día para elegir a la directiva del Congreso terminó desbaratándose, al punto de que las últimas sesiones no pudieron realizarse por falta de quorum y tampoco se llevó a cabo la última reunión de jefes de bloque. Este receso tiene que ser aprovechado por el gobierno para revisar qué ocurrió para que se rompieran los acuerdos iniciales con diputados de diversas bancadas que mostraron su interés por emprender una nueva ruta en el campo legislativo.
Solo entendiendo lo ocurrido se podrán realizar acciones para reparar los daños sin que se mantenga indefinidamente la ruptura que no afecta únicamente el tema de la Fiscal General, por vital que pueda ser, sino que se extiende a todos los ámbitos de la administración pública y de la agenda económica, cosa crítica para un gobierno que recibió el mandato popular de realizar cambios profundos.
Esas transformaciones no se pueden ejecutar únicamente desde el Ejecutivo, pero es indudable que el liderazgo presidencial tiene que jugar un papel clave en la articulación de los acuerdos que el país necesita. Y para ello es indispensable entender qué fue lo que provocó esa ruptura; hay que ver que es alto el número de diputados que no se sienten identificados con la lucha contra la corrupción porque viven de ella, pero también hay otros muchos que entienden el desafío nacional y están dispuestos a colaborar, siempre y cuando se puedan hacer negociaciones pensando en los electores y no en los intereses particulares de los legisladores.
Las negociaciones políticas son siempre producto de acuerdos en los que las partes tienen que ceder en sus posiciones y en la medida en que pase el tiempo sin que se emprenda una nueva ruta, será más difícil para el presidente Arévalo concretar acciones firmes que sean satisfactoria para quienes lo eligieron. Puede haber falta de pericia o existir algunos otros factores personales que hacen difícil el logro de acuerdos, pero es en esos detalles en los que el mandatario tiene que mostrar su capacidad política para lograr que, mediante sanas negociaciones, se restablezca el pacto inicial.
El trato con los diputados no es cosa sencilla ni se logra a la brava, sin una estrategia clara y buena planificación, pero el 14 de enero vimos que es posible lograr acuerdos básicos que anteponen el interés nacional. Este receso no debe ser un período de descanso sino hay que aprovecharlo para avanzar en el establecimiento de una nueva relación con aquellos diputados que se mostraron no solo dispuestos sino entusiastas de cara a una nueva alianza.