El gobierno de Bernardo Arévalo acaba de cumplir 100 días y ello ha servido para que los ciudadanos intentemos hacer un análisis de lo realizado durante ese período y, por supuesto, de todo lo que aún está pendiente, partiendo de un detalle esencial, como lo fue el mandato otorgado clara y expresamente por los ciudadanos en las urnas para acabar con la corrupción. Y por ello esos 100 días no pueden entenderse sin considerar otro fenómeno que también cumplió los mismos 100 días, es decir el tiempo desde que Giammattei dejó el poder y en el que el Ministerio Público sigue sin realizar investigaciones de corrupción de ese gobierno, en el que Miguel Martínez fue mucho más que el poder tras el trono.
La responsabilidad que recibió Arévalo con ese mandato popular es inmensa y significa que hay que enfrentar un modelo que, para ser sinceros, se empezó a construir el mismo 14 de enero de 1986 porque la llamada “Era Democrática” empezó a sufrir un deterioro, que al principio pareció poco relevante, pero que se fue incrementando con cada uno de los gobiernos que desde entonces hemos tenido. No existe un régimen en todos estos 38 años que haya tenido compromiso para poner al Estado al servicio del bien común, fin esencial de la función pública, según la Constitución Política.
En el año 2015 se destapó la olla y tanto el Presidente como su Vicepresidenta terminaron en la cárcel por delitos de corrupción, pero ese abrir de ojos en la ciudadanía, para entender la gravedad del problema, solo sirvió para elegir a un comediante que se presentó como ni corrupto ni ladrón, pero que fue muy corrupto y muy ladrón, tanto que se llegó a pensar que con Jimmy Morales habíamos tocado fondo. Pero qué va, vino Alejandro Giammattei y la cosa aún empeoró muchísimo más.
Ahora Arévalo tiene una enorme responsabilidad, tan enorme como el tamaño del problema que tiene que enfrentar y desmantelar. Y en ese contexto cobran especial relevancia los otros 100 días, porque sin un Ministerio Público que asuma sus funciones y su obligación, el mandato de las urnas queda entrampado para seguir avanzando.
Arévalo tiene que mostrar cintura política en un tema específico: la articulación de un gran Acuerdo de Nación que nos permita avanzar en la construcción de un nuevo modelo político en el que vayan siendo marginados los politiqueros que se han encargado de crear un sistema a su conveniencia a cambio de hundir al país que, literalmente, se derrumba por tanta corrupción y abandono. Un acuerdo que implique fortalecer el Estado de derecho que abra paso a atraer inversión para generar oportunidades.
100 días son poco tiempo para lograr el objetivo, pero debieron servir para sentar las bases de ese gran pacto entre los sectores comprometidos de la sociedad, con el cambio, que son mayoría, para arrinconar a los vándalos y sus protectores y allanar el camino de las oportunidades.
Lo cierto es que tenemos inmensas tareas por delante y el reto sigue siendo descomunal, sobre todo por la subsistencia del régimen de total impunidad para los operarios de la corrupción.