Sin duda alguna el gobierno depende en buena medida de lo que pueda lograr con los diputados al Congreso porque mucho de lo que debe hacer pasa por ese Organismo Legislativo, donde prevalecen una serie de intereses que no siempre se identifican con los deseos y aspiraciones de la población. Al inicio de este período se logró negociar para disponer de una mayoría que eligió Junta Directiva y permitió arrinconar a los grupos más podridos que se sintieron abandonados por diputados que entendieron el momento histórico que se vivía en el país.
Pero mantener esa alianza inicial demanda mucho talento y habilidad política, tema en el que a las actuales autoridades les falta todavía kilometraje, sobre todo en cuanto a determinar quiénes son dignos de confianza para hacer tratos que no impliquen corrupción, pero sí acuerdos políticos que son válidos en cualquier parte del mundo. En ese sentido es importante preservar, de entrada, la alianza inicial y privilegiar acuerdos con ellos, sobre todo en los casos en que diputados abandonaron sus respectivas bancadas para sumarse al nuevo esfuerzo.
Esta semana tuvo el señalamiento que hizo Allan Rodríguez al gobierno afirmando que citaron a los diputados a una reunión con el Presidente para ofrecerles millones por sus votos a cambio de impulsar la agenda legislativa del Gobierno. Es obvio que para Rodríguez cualquier reunión con el mandatario ocurre únicamente para transar y comprar votos porque a eso se acostumbró no sólo durante el gobierno de Giammattei sino a lo largo de los años. Tanto así que se vio obligado a construir un búnker en el Congreso para guardar los fajos de billetes que servían para asegurar la aprobación de decretos.
Juzga el león por su condición, reza el viejo dicho, pero también hay que entender que la opinión pública se pregunta cómo quedan, por ejemplo, los diputados de la UNE que apoyaron la nueva directiva del Congreso cuando en el gobierno se establecen negociaciones con quienes se quedaron leales a Sandra Torres. Y es que si queremos cambiar el país es obligado que seamos selectivos y aunque otorguemos el beneficio de la duda ampliamente, hay casos (y en este caso partidos) con los que no se puede transar sin dejar un mal sabor de boca porque no están pensando en el país sino en cómo seguir haciendo negocios mal habidos.
Es absolutamente necesario que el gobierno pueda impulsar sus programas y para ello requiere de respaldos en el Organismo Legislativo, el mismo que tendrá pronto la gran responsabilidad de elegir magistrados. Pero no se puede confiar en todos los diputados porque hay algunos que tienen un currículum de espanto y por buenas que sean las intenciones del gobierno, literalmente con ellos ni a misa.
Es un tema complejo y difícil, pero anteponer los valores y mostrar habilidad para unir a los menos podridos es elemental en el esfuerzo por avanzar en la agenda gubernamental.