La visita de Bernardo Arévalo a Washington ha sido de mucha trascendencia, no solo porque aún sin estar programada se realizó una reunión con el presidente Joe Biden, sino porque el tema central giró alrededor de la migración y el impacto que tiene la corrupción para generar esa falta de oportunidades que hace a tanta gente abandonar el país. En efecto, contra lo que se hizo en el gobierno de Jimmy Morales con la patraña del Tercer País Seguro, Arévalo y la vicepresidenta Kamala Harris hicieron un certero enfoque del problema migratorio y la necesidad de contrarrestar las causas que lo incrementan.
Hemos visto cuán grande y extendido es el fenómeno de la corrupción en el país y Estados Unidos entiende que mientras ello no termine existen pocas posibilidades de atraer inversiones clave ni de atender con seriedad las necesidades de la gente, lo que se traduce en ese enorme flujo que ha llevado a millones de guatemaltecos a emigrar. El Estado guatemalteco perdió su sentido, ese que la Constitución define como fin supremo, que es “la realización del bien común”. Y es que ahora ese fin supremo de las acciones públicas es el enriquecimiento de funcionarios que no mueven un dedo más que para generarse dinero en cantidades fabulosas. Miguel Martínez, pareja de Alejandro Giammattei, es la cara más visible de ese vicio.
El rescate de la esencia misma del Estado es fundamental y sin ello será imposible contener ese flujo migratorio porque el ciudadano se ve abandonado y sufre los efectos del descalabro en la educación, producto de los pactos con una mafia magisterial, del deterioro acelerado de la infraestructura, resultado de los leoninos contratos que solo garantizan una buena mordida, la salud pública que no llega a satisfacer más que a los mercaderes de las medicinas, la seguridad ciudadana por el poder e influencia del narco, y un largo, larguísimo, etcétera.
La población entendió claramente el problema y emitió un mandato rotundo y claro que, sin embargo, se topa con el valladar de la ausencia de un sistema de justicia que contribuya a frenar la corrupción. Por el contrario, mientras se aceleran y multiplican casos para perseguir a operadores de justicia y a cualquiera que critique el modelo, pasan los días y los operadores de la corrupción y actores clave del gobierno anterior siguen con total Consuelo y un Ángel que los protege. Esa protección sigue arrebatando oportunidades a los guatemaltecos.
Hemos dicho que estos días tienen que servir para definir una política firme para enderezar nuestro modelo de justicia y esta visita a Washington agrega ingredientes y genera esperanzas de que se puedan definir estrategias que nos ayuden a terminar con ese manto de impunidad, de manera que cualquiera en el sector público sepa y entienda que quien robe será legalmente castigado, como corresponde.
Las consecuencias por la corrupción y la rendición de cuentas es un camino para abrir y generar oportunidades.