El 11 de marzo de 1920 los guatemaltecos se dieron cita en lo que en ese tiempo era el sur de la ciudad, la actual Plazuela 11 de Marzo ubicada en la zona 4, empezando así la jornada que unificó a todos los sectores del país y que culminaría en el mes de abril, con la llamada Semana Trágica, para ponerle fin a la dictadura de Manuel Estrada Cabrera. En aquel momento lo más destacado fue la integración de distintos sectores de la sociedad para comprometerse a fin de devolverle al país la plena democracia que le había sido arrebatada durante esos tenebrosos 22 años.
La fecha adquiere hoy mayor importancia, pues 104 años más tarde el país enfrenta una situación que también demanda esa integración social de todos los sectores para permitir la consumación del mandato abrumador expresado en las urnas para ponerle fin al manoseo del sistema político y legal tan burdo y evidente. Ahora no es una dictadura unipersonal, como la que representaba Estrada Cabrera, sino la perversión de un sistema que destruyó la legalidad y el imperio de la ley en Guatemala para acomodarlo a los poderosos de turno.
El peor efecto de esta sucesión de gobiernos interesados únicamente en amasar fortunas es, sin duda alguna, la destrucción del Estado de Derecho al garantizar, mediante el control de las Cortes y de todo lo relacionado con el sector justicia, no solo la más absoluta y plena impunidad sino la persecución penal de quienes cuestionan el modelo. La impunidad se muestra tanto con la inexistencia de investigaciones contra los operarios de la corrupción de los dos últimos gobiernos, como con la forma en que se van “cayendo” los casos en los que se juzgó el saqueo de fondos públicos en los regímenes anteriores.
El pueblo hizo su parte en las elecciones votando contra todo lo que olía a continuidad de las mafias pero, tristemente, ese mandato puede fracasar estrepitosamente si persiste el manoseo de la justicia que persigue objetivos muy concretos. Y hablamos de la forma en que se escogen jueces apalabrados para determinados casos, de Salas de Apelaciones con agendas muy precisas y de las dos más altas Cortes del país operando burdamente contra la letra y el espíritu de nuestra legislación.
No digamos con la elección de Cortes que se dará este año en la que los políticos y grupos oscuros, quieren, de nuevo, asegurar control.
Nuevamente los ciudadanos tenemos que mostrar unión y compromiso para evitar que todo quede en un sueño, en una bonita aspiración que termine sin poderse materializar. Así como aquel 11 de Marzo de 1920 unió a profesionales, empresarios, estudiantes y obreros, hoy debemos buscar grandes acuerdos, que esta vez tienen que incluir a los pueblos originarios, para emprender la construcción de un nuevo y real orden jurídico que restablezca el Estado de Derecho.