Según palabras del mismo presidente Bernardo Arévalo, en cada gaveta que se abre encuentran tremendos vestigios de la corrupción que fue la característica principal del gobierno de Alejandro Giammattei y Miguel Martínez, lo cual no constituye ninguna sorpresa (ni para él ni para la opinión pública), porque era ya sabido a qué se dedicaron durante los cuatro años. También debe decirse que esas prácticas no fueron inventadas sino simplemente perfeccionadas durante ese mandato y que si se escarba un poco más atrás, igual saldrán muchos esqueletos del closet.
Otra realidad es que el ciudadano, que se mostró indiferente y hasta tolerante durante mucho tiempo, al final se hartó de esa insolente forma de apropiarse de los fondos públicos y por ello envió un muy fuerte y claro mensaje otorgando el mandato a Arévalo para emprender una ruta de transformación que pusiera fin a los desmanes. De esa cuenta, la elección sorprendió a muchos, tanto así como para emprender, desde la primera vuelta, un esfuerzo por anularla y destruir de esa forma la expresión de la voluntad de los ciudadanos.
Pero con la misma claridad que permite ver esos hechos y realidades, tenemos que decir que todos los esfuerzos que se puedan hacer se terminan estrellando con la coraza de impunidad que, cuidadosamente, se fue tejiendo en los dos últimos gobiernos para asegurar que no exista el menor asomo de riesgo judicial para ninguno de los más poderosos operadores del sistema. Así como es de evidente y clara la prueba de la prostitución de nuestro sistema político se tiene que reconocer que igual pasa con las pruebas del deterioro absoluto del Estado de Derecho, por lo que por mucho que pueda avanzarse recabando las pistas que se encuentran en cada gaveta, debemos ser realistas y entender la inutilidad de las mismas en las actuales condiciones.
Quienes se encargaron de articular todo un modelo que facilitaba la realización de negocios y la certeza de que nada ni nadie podría actuar en contra de ellos, viven tranquilamente disfrutando de sus recién adquiridas mega fortunas porque saben que no existe la menor posibilidad de que se puedan iniciar investigaciones que conduzcan a una sanción penal. Los nuevos ministros y la nueva comisión contra la corrupción no pueden esperar que esas pruebas sean debidamente procesadas, como manda la ley, porque los actores dejaron todo eso para protegerse.
Son hechos y realidades, no especulaciones, que los ciudadanos tenemos que entender y tomar en cuenta porque el camino para la debida ejecución de nuestro mandato está tan empedrado como el camino al infierno y por ello es necesario un serio refuerzo para que esa expresión de hartazgo de la ciudadanía se traduzca en acciones sostenibles.