Dos semanas han bastado para que empiece a hacer agua el barco de la corrupción cuyos altos oficiales, encabezados por Giammattei, Martínez, Felipe Alejos, Arzú, Porras, Pineda y un puñado cada vez menor, empiezan a ver que las piezas que colocaron en lugares estratégicos van perdiendo fuerza para seguir siendo su sostén de impunidad. Hemos visto en estos pocos días virajes importantes no solo en el Congreso, algunos tribunales, incluyendo a la Corte de Constitucionalidad y las alcaidías, donde se muestra la forma en que muchos reaccionan ante la tormenta provocada por el contundente mandato ciudadano en contra de la corrupción y el cansancio de la gente a la forma en la que operan las cosas.
Un factor importante es que no sólo el poder es efímero, sino también el dinero de la corrupción (por mucho que sea) se vuelve insuficiente cuando se acaban los negocios que generan esas inmensas fortunas que permitían bañar en pisto a cientos de ministros, diputados, alcaldes, fiscales, jueces, magistrados y operadores de los netcenters. Solo en el último mes y medio de gobierno se hicieron millonarios trinquetes cuyas coimas fueron pagadas inmediatamente y muchos de esos “oficiales del barco” ya no lo quieren gastar tan a manos llenas como lo hicieron durante años porque saben lo que les espera.
Quienes han sido parte de esa corrupción hoy tienen la opción de buscar salidas para dejar de seguir siendo cómplices de aquellos cuyas maniobras han complicado a la gente honrada de este país y a quienes menos oportunidades tienen.
Las acciones de estas dos semanas, en el Congreso, en las Cortes y con los alcaldes (incluyendo aquellos que se vendieron para conformar el bloque de más de 200 que colocaron a Vamos en el tercer lugar), muestran algo que no se había visto y claro está que ahora el enorme reto es cómo hacerlo sostenible por eso que en la política no hay lealtades solo intereses.
Se requiere madurez para entender el momento y actuar acorde. Algunas necedades desde el Congreso deben cesar para dar paso a la gran transformación que necesitamos en temas torales como las compras, la ejecución de obra pública, el fortalecimiento del Estado de Derecho y la limpia de plazas que hay que hacer en el Estado, solo por mencionar algunos casos y por eso debemos dejar por un lado los temas personales para centrarnos en lo que de verdad responda al clamor que la gente expresó en las urnas.
El desplante de ayer de la Fiscal General y su Secretario General, quien opera como poder tras el trono, muestra los niveles de angustia y desesperación que hay porque saben que no podrán rescatar esa nave que parecía invencible por los poderosos cañones del dinero inagotable. Porras hoy parece no ser la que se lleva las maletas, pero sí su gente y en especial aquellos que le hacen ver el mundo de una manera particular.
La rendición de cuentas es parte del proceso de depuración y limpieza de la función pública; hoy no tenemos fiscalías que investiguen siquiera los negocios del último mes y medio que fueron tan burdos y descarados, que hicieron un saqueo insolente, ofensivo para una sociedad que ya está viendo los resultados de las primeras acciones de gobierno para denunciarlos y reclamará con firmeza que haya justicia.
El barco se hunde y la gente debe decidir si se quieren hundir con los operadores de la corrupción o ser parte de un cambio que pueda potenciar a Guatemala y su gente, a otro nivel.