Hoy se publicó en redes sociales la “respuesta” de Consuelo Porras al Presidente de la República, mandando al diablo la invitación formulada bajo la tesis de que como Fiscal General tiene que actuar independientemente de cualquiera de los poderes del Estado y una sarta de argumentos vacíos, insolentes y cínicos. Consuelo Porras acudió muchas veces a reuniones con Alejandro Giammattei y Miguel Martínez (quien no era siquiera funcionario público) para recibir instrucciones precisas y categóricas sobre casos que debía enterrar, impidiendo su investigación, entre ellos los miles de millones que recibieron por contratos y que han sido partes torales de las sanciones. La calidad de “vigilante” ha sido tal que los operarios de la corrupción tienen enorme Consuelo y un gran Ángel que los cuida.
Hubo reuniones a las que asistió hasta acompañada por la “honorable” magistrada Silvia Valdés y de la Casa Presidencial salía hacia la FECI para indagar sobre las investigaciones en marcha e impedir que prosperaran; la destitución de Juan Francisco Sandoval fue consecuencia de esas instrucciones que recibía y acataba con total docilidad la hoy “digna y autónoma” Fiscal General de la República. La prueba más contundente del nivel de dependencia que había está en aquel famoso audio, que los de la tontería natural calificaron como producto de la inteligencia artificial, en el que Miguel Martínez le ordenaba a su pareja, el Presidente, que pusiera a trabajar a la “vieja p…” para impedir a como diera lugar que Arévalo fuera a tomar posesión del cargo.
El caso de las vacunas rusas, para ser bien concretos, sirvió de fundamento a Estados Unidos para la sanción a Giammattei y su pareja, pero por ese caso no hay la menor investigación en el Ministerio Público ni fue nunca citado a declarar ningún funcionario; ni la ministra de salud pública de la época, ni el ex canciller de entonces, ni nadie, fueron “molestados” por algún fiscal para averiguar qué había pasado y por qué la gran estafa en la que no se llegó siquiera a recibir la totalidad del medicamento preventivo para el COVID.
La decisión de la Fiscal no sorprende a nadie porque hubiera sido infantil suponer que actuaría con madurez, responsabilidad e hidalguía; su reacción era la que se podía esperar de alguien que considera que tiene tanto poder como para perseguir a sus enemigos y perdonar y dejar salir de prisión a sus amigos, a aquellos que forman parte de su bando.
Pero hay poderes del Estado que son superiores a ella; el presidente no la puede destituir porque una ley específica, decretada por el Congreso de la República de acuerdo a sus facultades, se lo prohíbe; pero Porras tiene la harta obligación de rendir cuentas y demostrar con hechos que no es el enorme Consuelo de la corrupción de este país.