Hoy es un día muy especial para los cristianos porque celebramos el nacimiento de Nuestro Señor y la tradición católica nos acostumbró a hincarnos a la media noche para orar ante el pesebre en el que recién hemos colocado la imagen del Recién Nacido que vino para salvar al mundo. No es únicamente una fecha que une a las familias, sino también es la oportunidad para renovar nuestros compromisos para asegurar que no haya el menor divorcio entre fe y vida, como nos dijo San Juan Pablo II en su primera visita a Guatemala.

Vivimos posiblemente la Navidad más incierta de nuestra historia como país independiente porque si bien es cierto que el régimen de legalidad nos garantiza empezar el año con un nuevo gobierno que fue electo explícitamente con el mandato fuerte y claro de acabar con el régimen de corrupción que se ha afianzado como nunca durante este último gobierno, no podemos ignorar el empeño que hay para impedirlo. Mientras la ciudadanía se reúne para compartir el amor con los suyos y para pedirle a Dios bendiciones para el próximo año, hay otros que, manoseando el santo nombre de Dios, no cejan en ver cómo pueden preservar sus privilegios y, sobre todo, su impunidad.

El mal ha existido a lo largo de la historia del ser humano desde la creación y no hay sociedad que se haya librado de períodos funestos en los que el autoritarismo destruye las instituciones y todo termina funcionando únicamente para beneficiar a quienes tienen el poder. Aún las más acendradas democracias han tenido sus períodos oscuros y no es que Dios se olvide de quienes sufren y pagan las consecuencias, sino simple y sencillamente es el malentendido libre albedrío, explotado con malicia, lo que produce esos períodos de sufrimiento.

Queremos aprovechar esta fecha de la Noche Buena, en la que conmemoramos la llegada al mundo de nuestro señor Jesucristo, nacido lejos de la opulencia y en un humilde pesebre, para desear a nuestros lectores todas las bendiciones que necesitamos para mantenernos firmes en nuestro compromiso de ser luchadores contra la corrupción que genera tanta pobreza entre nuestro pueblo, obligado a emigrar para buscar una vida digna para los suyos.

Sin manosear groseramente el nombre de nuestro Dios, sino simplemente arrodillados ante el pesebre para adorarlo como corresponde, nos unimos para pedir fortaleza y determinación para hacer lo que creamos necesario para impedir que las fuerzas del mal, esas que sí lo manosean de forma descarada, puedan lograr sus propósitos, pero convencidos que el futuro mejor depende de los que hacen bien las cosas y los que desean ver una Guatemala pujante para todos.

A los guatemaltecos honestos y de buena voluntad, les deseamos una muy Feliz Navidad.

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