La cantaleta de que planteamientos como los de la OEA y las distintas naciones que han expresado preocupación por los acontecimientos en Guatemala, atentan contra la soberanía del país es infantil y oculta una gravísima realidad. La Constitución establece en su Artículo 141 que “La Soberanía radica en el pueblo quien la delega, para su ejercicio, en los Organismos Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La subordinación entre los mismos es prohibida”. Más claro no se puede hablar y es esa soberanía, la que ejerció el pueblo al elegir a sus autoridades para los próximos cuatro años, la que está siendo pisoteada cabalmente por esa burda subordinación que la corrupción generó entre los Organismos del Estado.
La forma en que la Corte Suprema tramitó los antejuicios contra los magistrados del TSE y la intención de que los mismos se conozcan sobre la marcha, cosa que ya rechazó quien preside la pesquisidora, evidencia la absoluta subordinación que hay entre los poderes del Estado, provocada por la necesidad de facilitar tanto el camino de la corrupción como la certeza de impunidad y lo mismo pasa con las acciones contra el binomio ganador. El Legislativo, el Ejecutivo y el poder Judicial están operando de manera descarada para acabar con ese principio de la soberanía que radica en el pueblo porque se pretende dejar sin efecto la decisión que ese pueblo tomó, con su voto, para cambiar el sistema podrido que tenemos.
La situación es realmente peligrosa porque se ve la disposición a utilizar cualquier mecanismo para lograr el objetivo y se está arrinconando al pueblo, a la sociedad para arrebatarle lo que la Constitución define como un principio sagrado e inviolable. De hecho todas las garantías que establece nuestra Carta Magna están siendo cínicamente violadas en el marco de ese esfuerzo por revertir la voluntad popular. Del derecho a la Libre Expresión al derecho del Sufragio efectivo, todo es pisoteado con el único propósito de impedir que se concrete la decisión que, libre y responsablemente, tomaron los guatemaltecos.
Por supuesto que se está jugando con fuego y resulta muy difícil predecir las consecuencias finales de la serie de atropellos que se vienen dando y de los que están ya en salmuera. Se apuesta a que prevalecerá la actitud resignada de una sociedad sumisa y que no habrá más reacción ciudadana, pero basta ver la unanimidad de la expresión de repudio de todos los sectores ajenos al oficialismo para entender que hay un importante viraje.
Llamar a la reflexión a quienes quieren dar el manotazo es inútil porque en su desesperación están dispuestos a todo para eliminar lo que significa el ejercicio de esa soberanía que radica en el pueblo.