Editorial
Es obvio que tanto las autoridades electas como los ciudadanos y los sectores que realmente quieren un cambio en el país no pueden caer en engaños. Imagen: Alejandro Ramírez / La Hora.

Los políticos que tienden a usar la mentira a su conveniencia debieran recordar el cuento de aquel pastorcito que para engañar al pueblo anunciaba todo el tiempo la llegada de un lobo, engaños que derivaron en la total pérdida de credibilidad y cuando de verdad llegó un lobo y dio el aviso ya nadie le creyó, lo que provocó la muerte de todas las ovejas de la villa. Decimos lo anterior porque en la situación tan enredada que se vive actualmente en el país luego de la elección presidencial, el anuncio presidencial de que se realizará sin contratiempos la transición para la entrega del mando el 14 de enero es vista por mucha gente como el reiterado aviso del célebre pastorcito para engañar a su gente.

En efecto, sabemos que el apego a la verdad no es una de las cualidades de casi ninguno de nuestros políticos, pero hay varios que se han distinguido por sus mentirosas afirmaciones que los mismos hechos posteriores comprueban, no obstante lo cual siguen haciendo uso de ese recurso día tras día. Lo mismo que se ofreció sacar a Guatemala del Parlacén o la disolución de la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad, ahora se ofrece que no habrá ningún contratiempo en lo que falta para la transmisión del mando.

Ello, mientras los notorios aliados del gobernante no cesan en su empeño de descarrilar el proceso, para lo cual utilizan todas las armas que han sido características de este período tan especial en cuanto a la manipulación de la legalidad para poner el sistema de justicia al servicio, no del imperio de la ley, sino de la garantía de impunidad que requieren los beneficiarios de la corrupción.

Todos, incluyendo a la comunidad internacional, quisiéramos creer que realmente se va a aceptar la voluntad popular y que por ello tendremos en enero una pacífica y ordenada transmisión del mando, pero el cuento del pastorcito hace que quien crea en los discursos a lo mejor está cometiendo un gravísimo y muy costoso error. Y es que sabiendo cómo funciona la “autonomía” del ente a cargo de la persecución penal, es obvio que operan efectivamente aquellos vasos comunicantes que han sido tan productivos para enterrar ciertos casos, pero también para alentar acciones contra personas molestas.

Es obvio que tanto las autoridades electas como los ciudadanos y los sectores que realmente quieren un cambio en el país no pueden caer en engaños y tienen que estar preparados para acciones que hoy parecen imposibles, pero que en esta nueva realidad legal del país terminan siendo altamente probables.

Redacción La Hora

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