Editorial
Foto de referencia. De izquierda a derecha, el presidente de la república, Alejandro Giammattei; la presidenta del Congreso, Shirley Rivera, y el jefe edil de la comuna de Villa Nueva, Javier Gramajo. Foto: Javier Gramajo / Twitter / Congreso.

Ningún ejemplo tan gráfico de lo que produce el deterioro de la administración pública a causa de la corrupción como lo que está pasando en Villa Nueva, municipio que literalmente se está hundiendo porque sus autoridades, en vez de ocuparse siquiera en el mantenimiento de lo que se hizo en administraciones anteriores, se han concentrado en los negocios y trinquetes.

Lo que estamos viendo en ese municipio, con el cierre de una vía que es columna vertebral de las comunicaciones en Guatemala, es una muestra del efecto que tiene la corrupción que está totalmente regada por todo el país y que lucha por sobrevivir luego de este insólito proceso electoral.

El problema es que no se trata de una institución o una Municipalidad contagiada por la corrupción y controlada por los pícaros sino que es todo un Estado que fue siendo capturado, paso a paso, por esas mentes perversas que han perfeccionado la forma de enriquecerse ilícitamente con el manejo de los recursos públicos. A muy pocos les interesa el verdadero servicio a la comunidad porque lo que buscan es sacarle raja a un cargo público que les abre las puertas para los sobornos y negocios sucios.

Muchos ciudadanos habían pensado que mientras no les hagan daño directo mejor mirar a otro lado y dejar que los vicios siguieran incrementándose y generalizándose. Con situaciones como ésta vemos que no hay tales, que el daño es directo porque en vez de ocuparse de sus funciones y responsabilidades, lo que hacen todos los sinvergüenzas es causar un daño permanente y muy severo a la población.

Se construyeron muchos drenajes y colectores en tiempos en los que la corrupción no era el eje de la función pública, pero quienes han ido llegando a los puestos, sea por nombramiento o por elección, no se interesan en siquiera darles mantenimiento porque en eso es poca la coima que se puede obtener. Se gana más con otro tipo de “proyectos” que dejan bien untadas las ollas, mientras el deterioro de la infraestructura nos está empezando a pasar factura.

Creemos que por todo ello es que vimos un proceso electoral tan atípico como sorprendente, en el que la mayoría de la gente se mostró contraria al sistema, no acudiendo a las urnas, votando nulo o escogiendo la opción contraria al régimen de la corrupción. Y los que hacen negocios que lloran sangre, arropados cariñosamente por quienes debieran investigar la corrupción, quieren dar su última batalla para impedir que la voluntad popular los deje fuera de tan lucrativos negocios.

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