En la imagen; José Rubén Zamora, Virginia Laparra, Alejandro Sinibaldi y Manuel Baldizón. Diseño La Hora
En la imagen; José Rubén Zamora, Virginia Laparra, Alejandro Sinibaldi y Manuel Baldizón. Diseño La Hora

Uno de los elementos fundamentales de la justicia es que debe ser, por fuerza, aplicada por parejo y sin distinciones, mucho menos preferencias.  Pero cuando vemos casos como el de José Rubén Zamora, quien hoy cumple un año de haber sido apresado, y el de Virginia Laparra con un proceso entrampado para alargarle el martirio, por fuerza los tenemos que comparar con los de otros dos personajes de la vida nacional. Ellos son Manuel Baldizón y Alejandro Sinibaldi, el primero condenado en Estados Unidos por lavado de dinero del narcotráfico, sindicado aquí por otros delitos, y el otro implicado en el caso Odebrecht por mucho más que un “papelito shuco”; ambos han visto con satisfacción cómo se les ha allanado el camino para solventar sus procesos.

Al margen de la negativa de Zamora para decir el origen de los 300,000 quetzales que quería bancarizar, así como de la posterior contradicción con el tema de la venta de un cuadro, es indiscutible que el caso fue fraguado en complicidad con un sindicado que estaba urgido de acuerdos con el Ministerio Público. La ex Fiscal Laparra fue detenida por sus funciones dentro de la antigua FECI y es notable la saña con la que se ha montado el proceso para mantenerla en prisión a como dé lugar.

Distinta es la suerte del exministro de Pérez Molina que celebró contratos con Odebrecht, avalados por diputados que también recibieron su tajada y contra los que ni siquiera hay investigación, y ahora está tranquilo porque con tal de embarrar al anterior responsable de la FECI se acudió a la treta de decir que los acuerdos de colaboración eficaz en los que los personeros de la constructora brasileña dieron tanta información son inválidos. En otras palabras, sin tales acuerdos simplemente no hay caso.

Baldizón regresó a Guatemala y fue apresado cuando lo bajaron esposado del avión en el que vino deportado. No hay tales de que se haya venido porque quería enfrentar a la justicia guatemalteca sino que, tras cumplir la condena que se le impuso luego de admitir el lavado de dinero del Narco fue deportado y tenía que venir a enfrentar procesos por ese y otros casos; de esa cuenta el día de su arribo únicamente le cambiaron las esposas que portaba porque quienes lo vinieron a dejar se llevaron las suyas y aquí le colocaron las chapinas. El excandidato ya recobró su libertad sin mayor problema.

En el país hay mucho que componer, pero nada es tan urgente como el sistema de justicia porque no podemos seguir viviendo en medio de uno que opera tan selectivamente y sin plenas garantías propias de un verdadero Estado de Derecho. Los operadores del sistema no pueden tener tantas avenidas mientras la sociedad en general se la ve complicada si juega al tenor de las reglas. Ese debe ser uno de los acuerdos que alcancemos en los próximos meses si en realidad aspiramos a una mejor Guatemala.

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