Cada día es más notoria la tremenda soledad en que están quedando los principales actores del oficialismo en su intento por revertir el proceso electoral, tanto así que al día de hoy sus únicos aliados son aquellos que, con su respaldo, hundieron a Zury Ríos porque fueron capaces de generarle tantos anticuerpos como para refundirla electoralmente. Fuera de Méndez Ruiz y compañía, muy pocos quedan en el barco que pretende anular el proceso electoral mediante una nueva modalidad de fraude para revertir la evidente voluntad popular.
Tanto la opinión pública nacional como la comunidad internacional tienen claro el panorama derivado de la desesperación de los que se han dedicado al saqueo del erario nacional para mantener sus privilegios e impunidad. Las elecciones sirvieron para confirmar que la ciudadanía está harta de los abusos de quienes cuidadosamente se encargaron de cooptar todas las instituciones públicas para convertirlas en herramienta de la corrupción y ahora, desesperados, tratan de encontrar la forma de anular la elección.
Entre sus alucinaciones, han supuesto que así como han podido prolongar las funciones de los magistrados de salas y de la Corte Suprema de Justicia, pueden hacer lo mismo con la Presidencia, invalidando el ejercicio democrático que fueron las elecciones en las que los ciudadanos expresaron su preferencia y su cansancio por la situación existente. Hasta quienes se unieron al partido oficial, especialmente muchos Alcaldes, empiezan a marcar distancia porque saben que se están jugando su futuro al plegarse a las cada vez más notorias exigencias que les hacen desde el gobierno.
Las cartas están echadas y eso no lo quieren entender ni reconocer Giammattei y el autoproclamado Jefe de Jefes. El repudio de la sociedad no tiene marcha atrás y por mucho que hagan para invalidar el resultado de la elección que les fue adverso ya están perdidos.
Muchos de los partidos o sectores que inicialmente se sumaron al cuestionamiento del resultado electoral han recapacitado y dan marcha atrás, entendiendo el sonoro y claro mensaje enviado por los ciudadanos el día de las elecciones. Repetimos que entre votos nulos, votos en blanco y el ausentismo electoral, más los votos que obtuvo el candidato ajeno al sistema que sorprendió a propios y extraños, estamos hablando de tres de cada cuatro ciudadanos empadronados.
Que hay anomalías en un pequeño número de actas no se puede ocultar, pero anular esas actas no cambia el resultado final y no deja de ser paradoja que quienes tuvieron bajo control absoluto al TSE sean ahora quienes pretenden alegar un fraude que les permita anular las elecciones generales, simplemente por el rechazo hacia ellos y con quienes pactaron.