Ayer, al felicitar a la Fiscal General Consuelo Porras tras la presentación del informe de labores del primer año de su segundo período al frente del Ministerio Público (MP), Alejandro Giammattei dijo que viendo los resultados se convence que hizo lo correcto al nombrarla a ella en un acto soberano. Eso por los señalamientos que pesan contra ella en el extranjero, mientras la titular del MP dijo que ha fortalecido la institución mediante un trabajo “objetivo, imparcial y sin ningún tipo de sesgo”.
Se hablaron tantas bellezas sobre el sistema de justicia que lo único que puede explicar el proceder de los encargados de la investigación penal es que, para ellos, se acabó la corrupción porque no se ha vuelto a presentar ningún otro caso en el que estén involucrados funcionarios públicos. Si nos basamos en los procesos que presenta el ente encargado de la investigación penal, ya ningún funcionario se ha vuelto a involucrar en el saqueo del país y todos están limitándose a cobrar su sueldo.
El país de Alicia, aquel de las Maravillas, es una babucha comparado con la Guatemala que se describe en los actos oficiales de los funcionarios públicos del país, quienes disfrutan proclamando sus éxitos, mismos que la ciudadanía no percibe en ningún lado, según lo demuestran las encuetas publicadas respecto a la opinión sobre el desempeño del gobierno. Pero el discurso de Giammattei en este caso si fue preciso, puesto que definitivamente él hizo lo correcto al nombrar a la Fiscal General Consuelo Porras, pues ello le permitió sepultar cualquier investigación que pudiera existir en su contra, sobre todo, y de manera concreta, en el tema de su relación con los rusos.
Según ellos, únicamente los mal pensados y enemigos del gobierno siguen hablando de corrupción cuando llevamos ya mucho tiempo sin que se tenga que presentar ningún proceso penal por la mala utilización del dinero público. Guatemala, a juzgar por los casos presentados ante el sistema de justicia, es un país en el que no hay el menor asomo de corrupción y, si acaso, puede ser que uno u otro empleado menor pida mordida, pero eso no significa que el sistema esté podrido, como algunos sostienen públicamente.
O sea que gracias a Consuelo Porras y su trabajo objetivo, imparcial y sin ningún tipo de sesgo, quedamos libres de la corrupción porque no ha sido necesario accionar ni una sola vez en contra de alguna de las autoridades de todo el país. Y en los próximos libros de cuentos, habrá espacio para éste: Consuelo en el País de las Maravillas.