Esgrimiendo principios democráticos, el Tribunal Supremo informó que en la última reunión con los fiscales de los partidos políticos se acordó la forma en que quedarán las papeletas, destacando que en el caso de los candidatos a diputados se tomó la decisión de “obviar” el nombre de los aspirantes y únicamente aparecerá el símbolo del partido. Ello a pesar de que en los últimos años se ha visto un fuerte movimiento para cambiar la forma de elegir diputados y la propuesta se centra en que se elija a la persona y no a por planilla a los diputados.
El argumento de que se obviaron los nombres por principios democráticos se refiere única y exclusivamente a que el TSE aceptó lo que le pidieron los fiscales de los partidos. Nada tiene que ver con la verdadera democracia el hecho que el ciudadano ni siquiera tenga la oportunidad de leer, al momento de votar, por quién está emitiendo el sufragio y esa situación simplemente es resultado de la vergüenza que las organizaciones tienen por la gente que postularon.
El sufragio tiene que ser producto de una decisión bien informada. Puede ser que un nombre en una planilla invite a votar por ese listado, pero también puede ser que ese u otro nombre hagan que el ciudadano rechace la propuesta del partido político. Es, por lo tanto un derecho esencial el poder saber, al momento de votar, quiénes conforman la planilla que ahora esconden atrás del símbolo del partido.
Las erráticas actitudes del Tribunal Supremo Electoral en el manejo de este proceso ya no pueden sorprender a nadie y es, sin duda alguna, el más descalificado cuerpo de magistrados desde que se estableció el TSE en los años ochenta. Todas y cada una de sus decisiones apuntan a un manoseo ya pactado, tanto en cuanto a la tacha de candidaturas como en cuanto a la presentación de las papeletas, preludios evidentes de algo más turbio que se viene para el conteo y cómputo de los resultados de la elección.
Ni siquiera por guardar las apariencias y tratar de darse elementales baños de pureza, los magistrados reflexionan sobre la forma en que proceden; simplemente perdieron todo pudor y por eso es que, sin empacho, decidieron “obviar” ese pequeño detalle de la elección: los nombres de los candidatos a diputados.
Y especial mención merecen los partidos ponentes de la “ideota” porque evidencia, plenamente, que se avergüenzan de los nombres de muchos que llegaron a la papeleta luego de haber comprado su postulación.