Empecemos diciendo que la famosa “concesión” de la autopista Palín-Escuintla que permitió por años el cobro del peaje, fue un jugoso negocio aunque la empresa, para justificar su operación, se preocupó por darle adecuado mantenimiento a la vía que se mantuvo siempre en buenas condiciones, aunque lo que se pagara al Estado fuera muy poco. Dejando eso en claro, ahora el gobierno de Giammattei, cediendo a las presiones de una opinión pública que ni así valora la importancia de su accionar, anunció que no se cobrará más peaje a partir del primer día de mayo.
La responsabilidad de dar mantenimiento a esa vía recae ahora en la tan célebre como tenebrosa Dirección General de Caminos, responsable directa del descalabro de nuestra red vial que es la peor del área centroamericana y motivo de molestias y vergüenzas para los guatemaltecos. La verdad sea dicha, esa dependencia, con o sin peaje, dejará que la ruta se vaya deteriorando porque tiene muchos años de haber perdido por completo el sentido de su función y de dedicarse únicamente a realizar negocios. Es precisamente en los “recapeos” en donde se han centrado millonarios negocios de aquellos que están en el círculo de confianza del poder de turno.
El cobro de peaje que había anunciado el gobierno no era, de ninguna manera, garantía de que el mantenimiento siguiera siendo de calidad aceptable y, en ese sentido, algo beneficioso produjo esa reacción de diversos sectores que cuestionaron la decisión de seguir cobrando cada viaje.
Pero hay que entender que el problema principal está en que debe asegurarse y garantizarse el adecuado mantenimiento de la vía porque es, como han dicho muchos, columna vertebral de la red de carreteras del país.
Mucha gente que observa con indiferencia el rumbo de Guatemala, capturada por grupos que maniobran en la corrupción, pronto se dará cuenta del deterioro de esa pista en la que hasta el recapeo de la cinta asfáltica se convertirá en una jugosa fuente de ingresos, de esos que se reparten para terminar engordando las maletas que los ministros acumulan en casas que alquilan para ese fin.
El problema, en el fondo, no es el cobro o no cobro del peaje sino esa forma en que el aparato del Estado funciona con el fin directo de enriquecer a quienes tienen el poder para tomar decisiones, adjudicando obras a su sabor u antojo pensando en la coima que recibirán. Y es que toda nuestra infraestructura está deteriorada cabalmente por ello, puesto que nadie hace un contrato o realiza una obra sin priorizar el valor de las mordidas que son el objetivo esencial (en el fondo el único objetivo) de quienes tienen poderes para tomar decisiones.
Dejar que la autopista se deteriore a pasos acelerados al pasar más carros, no es una buena noticia porque ya sabemos que no hay visión ni deseo de mantener la red vial. Todo gira alrededor de la sobra que quede en la obra/recapeo y eso debería preocupar al ciudadano consciente.