Después de tres años de estar sin alumnos por la pandemia, un vistazo a las escuelas públicas en lo que han llamado el reinicio de las clases presenciales permite comprobar que el Ministerio de Educación y el gobierno en general no aprovecharon ese tiempo para remozar la infraestructura y equipar adecuadamente los centros de enseñanza. Todo el tiempo en el que los alumnos dejaron de asistir pudo haberse utilizado para hacer trabajos serios de mantenimiento y remozamiento de la red escolar del país, pero en vez de eso el Ministerio dejó pasar el tiempo y las consecuencias quedaron en evidencia al ver a padres de familia buscando entre los montones de basura acumulados algunos escritorios para sus hijos.
La educación pública es una de las áreas en las que más se manifiesta la incapacidad del Estado de Guatemala para atender sus obligaciones con la mira de promover el desarrollo humano y generar oportunidades para que nuestra población, en este caso nuestros niños y jóvenes, puedan abrirse camino en la vida. El contubernio existente entre las autoridades del Ministerio a cargo de esa función y el sindicato de maestros, que prácticamente vive de la extorsión consentida por esos funcionarios, se traduce en el pobre rendimiento de nuestro sistema educativo.
Todos los gobiernos hablan de realizar reformas profundas en el campo de la enseñanza pública, pero al final de cuentas lo único que cuenta es la decisión de esa dirigencia magisterial que posee poderes extraordinarios, tanto como para disponer de la palabra final que los coloca como verdaderos amos de la situación. En ese sentido, no podía esperarse que la pandemia sirviera para avanzar en la tecnificación de la enseñanza, porque eso no está en la órbita de intereses sindicales, pero sí que se podía trabajar, y mucho, en el mantenimiento y remozamiento de la red de escuelas públicas. El descuido y abandono son imperdonables.
No es un simple dicho que el futuro de cualquier nación depende de la forma en que se forme y eduque a la niñez y la juventud, porque en la medida en que más y mejor aprenden, mejor será el nivel de vida de ellos y sus descendientes. Pero en la situación de Guatemala, donde la población sufre de tanto abandono que tiene que terminar emigrando, aun con riesgo de sus vidas, ese “detalle” no tiene la menor importancia.
Es una lástima ver que países vecinos han tecnificado tanto la educación que alumnos y maestros operan interconectados por internet, mientras aquí ni siquiera escritorios en buen estado y escuelas limpias pueden encontrar.