El surgimiento en Sudáfrica de la variante del coronavirus que la Organización Mundial de la Salud ha identificado como Ómicron (nombre de la O, décimo quinta palabra del alfabeto griego), es causa de preocupación mundial por su capacidad de contagio muy superior a las variantes anteriores y porque los científicos admiten que al momento ellos mismos tienen más preguntas que respuestas con relación al tema. Los expertos en virología están preocupados por las muchas mutaciones (al menos 40) que presenta esta variante, también identificada como B.1.1.529, que seguramente no será la última, sobre todo si en el mundo muchos países no alcanzan a inmunizar suficiente población como para detener la pandemia en realidad.
De momento no se tiene respuesta exacta a cuán efectivas puedan ser las distintas vacunas con la variante Ómicron, pero lo que sí se sabe y lo que preocupa es que el lento avance de la vacunación sea causante del surgimiento de nuevas variantes que pueden tener consecuencias más funestas que las ya muy elevadas producto tanto el virus original como las diferentes mutaciones que se han dado en varios lugares del mundo.
Guatemala es uno de los países que en el mapamundi de la vacunación todavía aparecen como más atrasados debido a que en la práctica hemos dependido de la donación de vacunas y del saturado e ineficiente mecanismo Covax porque nuestras autoridades no han sido ágiles en la adquisición de vacunas efectivas y su compra más significativa fue la de la cuestionada Sputnik V, que es un fiasco desde todo punto de vista y que además no es reconocida oficialmente como efectiva para la prevención del Covid-19.
Por ello hemos insistido tanto desde La Hora en la urgencia de avanzar en campañas masivas de vacunación que lleguen al interior del país. En Sudáfrica hay también marcado retraso en la protección mediante vacunas a buena parte de la población rural y se teme que eso sea el caldo de cultivo que dio lugar al surgimiento de la nueva y preocupante variante.
Nuestras mismas autoridades terminaron reconociendo que el alto índice de vacunación que se da en la capital y que da aquel 110% del que habló Giammattei, es producto de que la gente del interior tiene que viajar para vacunarse porque la inmunización no llega a sus comunidades, aparte de que no existe realmente esfuerzo por concientizar en los diferentes idiomas que se hablan en Guatemala,
El mundo no encontrará el fin de la pandemia mientras haya países que más por ineficientes que por pobres no vacunan a su gente. Naciones vecinas, con economías más débiles y deprimidas que la nuestra, han dado pasos enormes para proteger a sus habitantes, mientras que aquí la peleonera palabrería del gobernante no ayuda a avanzar en la materia.