Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

No hay nada más complicado para un país que tener grandes necesidades y carencias, problemas en todos sus ámbitos y tener a un electorado que no está despierto y al que por tanto, no le importa que una enfermedad terminal se pretenda curar con curitas y gasas.

Obviamente ahora que algunos estimamos que nuestro sistema político debe cambiar y en serio, no con parches, es donde nos pasa factura que nuestra ciudadanía sea tan indiferente y ni se inmute con las muertes diarias, con la violencia en general, con la corrupción, con la pobreza, con la desnutrición, con la migración, que no tengamos gente sana, educada y con oportunidades.

Nos hemos acostumbrado a vivir “tan bien y normalmente” con esas carencias que a muchos se les ha quitado el poder de escandalizarse más allá de los robos y negocios que puedan hacer los “shumos”. Esa indiferencia es la que no nos permite ver, por ignorancia o complicidad, los vicios del sistema que nos representan un lastre para el desarrollo del país y su gente.

Y eso representa un grave freno para generar cambios en el país y esa es la explicación de porqué mucha gente dice “vamos paso a paso”, “no es suficiente, pero algo es mejor que nada”, “debo ser optimista y esto es algo que ayuda”, y un largo etcétera; por eso que también decimos que “no importa que haya habido mano de mono, demos gracias a Dios que tenemos una nueva terminal de puertos”.

Ese factor de ir “pasito a pasito”, fue lo que hizo que el 6 de septiembre pasado, la gente saliera a las urnas para derrotar al candidato presidencial que representaba la mayor amenaza, pero sin darse cuenta que con su voto y su participación empoderaron al Congreso que hoy tenemos y el que pretende que nos conformemos con mediocridades.

Se empoderó a un Congreso que se aseguró, vía la reforma electoral que ahora analiza Jimmy Morales, que dentro de 3 años y medio el Congreso quede conformado por sinvergüenzas, toda vez que solo podrán optar a las diputaciones aquellos que se sienten con los caciques de los partidos políticos para terminar siendo socios de unos negocios que se gestan con el dinero de la gente.

Y si juzgamos por el actuar de la población en general y de los grupos organizados, todos están muy cómodos con lo que ha hecho el Congreso y así es imposible cambiar. Mientras en Guatemala vivamos solo de “Guateamala”, del optimismo sin mayores fundamentos y de los espejismos que nos quieran vender aquellos que le sacan raja al sistema, nuestro futuro está condenado a ser peor que nuestro presente, aunque una buena parte nos venderá la idea que “vamos bien” y que “algo es mejor que nada”.

Nadie dijo que construir una nación era fácil, pero yo les aseguro que es imposible enderezar un país con tanta indiferencia social y en donde dejamos que los pájaros (diputados) le tiren a las escopetas (el pueblo).

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