Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt

Esta semana leí varias notas, reportajes y columnas sobre las manifestaciones ciudadanas que ocurrieron el año pasado en la Plaza de la Constitución. El despertar de la clase media, el rechazo a la corrupción y la articulación de movimientos ciudadanos fueron algunos de los grandes logros del 2015 y muchos los recordamos en estos días. Sin embargo, todo se puede ir al caño. Absolutamente todo. Y empiezo mi columna así, pesimista, porque creo que lo mejor es poner los pies sobre la tierra y entender dónde estamos parados. Y no, no estamos parados en La Plaza.

A un año del 25 de abril, cuando se dio la primera manifestación ciudadana, tenemos en prisión preventiva a una estructura criminal dirigida por exgobernantes del Partido Patriota. La CICIG y el MP, más activos que nunca, continúan en la lucha contra la impunidad y se nota la presencia de una ciudadanía que se indigna, opina y cuestiona al sistema de justicia. Pero hay algo que sigue muy mal, y que puede hacer que los avances alcanzados hasta ahora se pierdan. En otras palabras, nos puede robar La Plaza.

A un costado de los logros, tenemos que ver los fracasos. La clase política tradicional consiguió que se celebraran las elecciones generales, a pesar de que las condiciones no eran adecuadas, repitiéndose lo usual: financiamiento oscuro en los partidos, campaña anticipada y candidatos no idóneos. Fue así como los políticos de siempre coparon una vez más los puestos en el Ejecutivo, el Congreso y los gobiernos locales, y este año aprobaron una reforma a la Ley Electoral con cambios superficiales pero que en el fondo deja intacto el sistema que los ha beneficiado durante muchos años y que seguramente lo hará por mucho tiempo más. Y Por si fuera poco, ahora, esos políticos, tendrán en sus manos las reformas constitucionales del sistema de justicia.

Es en este momento en el que se requiere nuevamente la participación de la ciudadanía, no solo de forma presencial en la Plaza, sino también en las redes sociales, en las mesas de diálogo, en el Congreso, en las cortes de justicia y en todas las instituciones y espacios que deben someterse continuamente a la fiscalización. Debe quedar claro que, sin involucramiento activo, por más presencia que se haga en la Plaza, las cosas continuarán igual, o peor.

Juan Domingo Perón, el expresidente argentino, decía: “El hombre es bueno, pero si se lo vigila es mejor”. En el caso de los políticos guatemaltecos, se podría decir que son peligrosos, pero si no se los vigila son peores. Así las cosas, tenemos que entender el 25 de abril 2015 como el inicio de una etapa de cambios que los ciudadanos tenemos que propiciar y vigilar; un camino que no es corto, pero en el que debemos ser persistentes y que no termina con las sentencias de los corruptos, sino con el establecimiento de un orden de justicia, seguridad y equidad.

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