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La época navideña trae también un período en el que disminuyen muchas de las actividades normales y en los días venideros tendremos momentos de paz y tranquilidad que nos deben servir para reflexionar sobre nuestra vida, nuestros objetivos, pensar en las dificultades cotidianas y cómo enfrentarlas con la intención de que el año 2026 sea distinto en muchos sentidos, lo que demanda que sepamos sacudirnos de esa indiferencia que se ha vuelto una especie de sello o marca de la sociedad guatemalteca.

Nos hemos resignado a que debemos vivir bajo el enorme control y dominio de muchos operarios de la corrupción que se adueñaron de la maquinaria estatal para robar a sus anchas; sabemos el daño que eso nos causa como país y como individuos, pero no hemos logrado encontrar las formas de decir ya basta para acabar con los vicios que destruyen la vida de millones de personas porque cada centavo que se recolecta -vía nuestros impuestos- tiene un destino claro y conocido: esas maletas como la de aquel ministro que tras ser llenadas con millones de quetzales (acabándose los billetes de a 200) se mata de la risa de la condena.

Resignación e indiferencia de la sociedad, que muchas vienen de no saber cómo encarar esta dura realidad, es lo que facilita muchísimo a todos esos mafiosos a hacer lo que les da la gana, con la absoluta certeza de que gozarán de impunidad cínica y descarada, como vimos esta semana con el caso de aquel ministro. Y no es simplemente el pueblo común, ese que se debe preocupar diariamente por su trabajo, es en todos los sectores de la sociedad y ojalá que momentos como el de la elección de los representantes del Colegio de Abogados para la Postuladora del TSE no se marque por el ausentismo de una mayoría que siente que ya no hay nada que hacer porque los malos son más que los que quieren cambios positivos.

¡Despertemos con vigor y entusiasmo! Cabalmente eso es lo que nos hace falta y lo que una profunda reflexión en estos días previos a la conmemoración del nacimiento de Jesús, nos puede ayudar a entender que todos en la vida debemos hacer nuestro aporte y que no es civilizado ni apropiado resignarse ante la adversidad y conformarse con pasar el día sin esperar que nada cambie. Esa indiferencia ha provocado la migración de aquellos que, aún en estos duros momentos, mantienen la economía de consumo del país con sus remesas; la indiferencia de los habitantes del área metropolitana se debe traducir en trabajo conjunto en pro de las medidas que no solo inclinen la balanza, sino que nos abran el camino del cambio.

La indiferencia, sea por resignación o porque esa falta de luz, es el mejor aliento para los sinvergüenzas que se sienten a sus anchas en medio de esa dejadez de la ciudadanía y eso debe cambiar en el 2026.

Redacción La Hora

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