Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero refiriéndonos específicamente al tema del crecimiento económico nacional tenemos que preguntarnos qué sería de esa economía guatemalteca si no tuviéramos la inyección fabulosa de las remesas o, para decirlo en mejor forma, qué sería de nuestro país sin ese aporte del esfuerzo de cientos de miles de compatriotas que emigraron en busca de la oportunidad que su patria les negó y que envían la mayor parte del fruto de su trabajo para ayudar a sus familias mes a mes.

El mercado interno de Guatemala se mueve en buena medida al ritmo de las remesas. Ciertamente el dinero se destina mayoritariamente al consumo y no a la inversión, lo cual para muchos es lamentable, pero cuando vemos y reparamos en las condiciones existentes en las comunidades de donde salen quienes emigran, tenemos que entender que se trata de consumos de subsistencia que, por cierto, son el motor que dinamiza la demanda interna porque si dependiéramos de lo que consume el trabajador local y sus familias, muy poco sería lo que podrían vender los comerciantes o fabricar los industriales.

Cuando hace algunas semanas leí una fantasiosa columna de uno de los peones de la cúpula empresarial, afirmando que el país va en buena dirección y que estamos avanzando, me di cuenta que esa gente no tiene noción de lo que está ocurriendo. Ayer más de cincuenta niños fueron rescatados por las autoridades porque estaban sometidos a explotación en una especie de esclavitud que les lanza a las calles a pedir limosna que no les sirve para el sustento, sino que tienen que entregar a los mafiosos que los vigilan y esclavizan. Eso es posible únicamente porque somos un país que no se preocupa por su gente y que mantiene en total abandono a su niñez.

Cómo para que no exista un flujo migratorio de niños que tratan de encontrar en el extranjero la oportunidad que aquí se les niega de manera sistemática. Son situaciones que nos pintan de cuerpo entero pero que nos negamos a reconocer y muchos prefieren seguir gozando de la “dinámica del mercado” que se produce como consecuencia de esas remesas producto de la sangre, el sudor y las lágrimas de miles de compatriotas que se parten el alma para ganarse la vida y mantener a sus familias.

Guatemala es un país rico, indudablemente, pero es el país con más pobreza en la región por tanta inequidad, avaricia y ceguera.

 

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