PANAMÁ
AP
Personas adineradas e influyentes de todo el mundo se han visto arrastradas a la primera plana informativa en los últimos días tras una gran filtración de información financiera que reveló su relación con cuentas secretas y empresas ficticias establecidas en países con ventajas fiscales para ocultar sus riquezas.
El escándalo le ha costado el puesto al Primer Ministro de Islandia y sembró la duda sobre los presidentes de Argentina y Ucrania, altos cargos chinos y el círculo de amigos del presidente ruso, Vladimir Putin. Ayer, el primer ministro británico, David Cameron, se sumó a la lista de políticos salpicados por el caso al reconocer que se había beneficiado de las inversiones de su padre en una empresa establecida en un país de los conocidos como «paraísos fiscales» antes de ser elegido para el cargo.
Sin embargo, pocos estadounidenses han quedado expuestos en los conocidos como «Papeles de Panamá», 11.5 millones de documentos confidenciales que ofrecen detalles sobre esas cuentas. Y esto se debe a que al bufete de abogados panameño Mossack Fonseca, que está en el centro del escándalo, no le gustaba aceptar a clientes estadounidenses, según uno de sus fundadores.
Ramón Fonseca, que abrió el negocio con Jurgen Mossack, dijo en una entrevista con The Associated Press ayer que su bufete tiene solo un puñado de clientes estadounidenses, y que la mayoría son miembros de la floreciente comunidad de expatriados jubilados en el país. Y no por un sentimiento de antiamericanismo o por temor al IRS.
«Mi socio es alemán y yo viví en Europa, y nuestro objetivo ha estado siempre en el mercado europeo y latinoamericano», explica Fonseca sobre su firma.
«Él ama a Estados Unidos y yo también. Mis hijos se educaron allí», agregó Fonseca. Pero «como política, preferimos no tener clientes estadounidenses».
Sueddeutsche Zeitung, el periódico alemán que obtuvo los documentos en un primer momento, informó que los registros incluían copias de los pasaportes de unos 200 estadounidenses y alrededor de 3 mil 500 accionistas en empresas «offshore» tenían su domicilio en Estados Unidos. Esto es solo una pequeña parte de las más de 250 mil empresas que Mossack Fonseca abrió para sus clientes en cuatro décadas de actividad.
Uno de los motivos que pueden explicar la escasez de clientes estadunidenses en los registros es que este tipo de empresas pueden crearse con facilidad en estados del país como Wyoming, Delaware y Nevada, atrayendo menos atención que si se hiciese en Panamá, un país con una reputación de transacciones financieras ilícitas y lavado de dinero.
En Europa hay también países que protegen el secreto bancario y cuentan con importantes ventajas fiscales, como Luxemburgo, Suiza y Andorra.
Muchos panameños apuntan hacia estas actividades en países ricos y dicen estar molestos por lo que consideran un doble rasero a la hora de criticar a su país.
Ayer, un funcionario de la Unión Europea amenazó con sanciones a Panamá y a otras naciones si no cooperan plenamente en la lucha contra el lavado de dinero y la evasión fiscal.
«La gente está harta de estos atropellos», dijo el comisario de Finanzas de la UE, Pierre Moscovici. «Las cantidades de dinero, la jurisdicción y los nombres asociados a este caso son francamente sorprendentes».
La UE considera a Panamá como un país que no coopera en materia de impuestos y Moscovici instó al país a «reconsiderar su posición a este respecto.»
El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, agregó que el gobierno aumentará su cooperación y anunció planes para crear un comité internacional de expertos que recomienden vías para mejorar la transparencia. Además prometió defender a su país de lo que dice son ataques de los medios que estigmatizan injustamente a Panamá.