“No hay nada más visible que la ausencia”. David Foenkinos
En el mes de diciembre a la mayoría nos embargan sentimientos encontrados, entre la alegría y la nostalgia, debido a que en este mes compartimos más con nuestros seres queridos, experimentamos reencuentros y recuerdos, es precisamente en estos momentos en que valoramos con mayor firmeza el bien más preciado con el que cuenta el ser humano, después de la vida es la libertad, esa libertad que nos permite sentir que estamos vivos.
Es precisamente en estas fechas, que podríamos muy bien cuestionarnos los sentimientos que embargan a quienes no pueden decidir en dónde y con quién estar, en lo personal he dispuesto, detenerme a analizar qué es la muerte civil, considerada esta como una figura jurídica en la que una persona que se encuentra viva es privada de todos o en algunos casos la mayoría de sus derechos civiles, como si estuviera muerta, siendo considerada como “una sanción más sutil y cruel que las formas físicas de tortura o muerte”, pero muerte al fin.
A pesar de encontrarnos avanzando el siglo veintiuno, esta figura está siendo utilizada en el mundo entero, en algunas culturas como un castigo por haber cometido ciertos y determinados delitos, entre los que se encuentra la corrupción, y en sociedades como la nuestra ha servido por parte de los poderes para atacar al considerado enemigo, para causarle sufrimiento al privarlo de la libertad sin condena judicial alguna, más que la impuesta de facto por ciertos y determinados jueces, la mayoría de las veces sin existir delito real, lo peor es que esta conducta no es propia solamente de jueces de la época actual, esta praxis fue llevada a cabo por otros jueces que incluso son aplaudidos por algunos, soy de la convicción de que no importa quién sea el que actúe injustamente, lo que se debe señalar es la injusticia de la persona que la comete, pero la mayoría perdona al amigo o al que es de su cuerda y señala al que no lo es, cuando lo cuestionable deber ser la actitud de una persona.
Este año ha aumentado el número de personas de quienes no se comprende por qué se encuentran privadas de libertad, hay unos más conocidos como las autoridades de los 48 Cantones, el periodista Jose Rubén Zamora, a ellos se suman los funcionarios del TSE, a quienes se les castigó porque no permitieron que se violentara la decisión popular, si la población se equivocó con el voto o no eso la historia lo responderá, lo importante es el castigo impuesto por no aceptar o no ser parte del movimiento que atacó el sentir popular.
Pero no solamente han sido implacables con quienes han defendido su postura, también lo es el castigo impuesto a quienes han sido víctimas de otro tipo de venganza, como el caso de Benjamín Labriel, un hombre como todos ellos que, sin condena está sufriéndola, como parte de una venganza familiar por discriminación, por todo esto, el presente año la época decembrina encontrara más muertos civiles que los anteriores.
Nadie debería sufrir en vida la amputación a sus derechos por diferencias ideológicas o de otra índole como las familiares, en nuestro país una de las características de este tipo de tortura es la falta de condena firme, como abogados sabemos que los jueces dictan sentencias, pero que todas son apelables, y que mientras no estén firmes, nadie debe sentirse condenado o serlo de hecho, pero acá no es así, se vive la condena, sin que ningún juez la haya dictado, porque no se ha sido vencido en juicio justo.
El ser humano por naturaleza es un ser social, necesita estar en contacto con otros seres humanos, sin importar si tenemos una religión o no, y cual sea esta, lo cierto es que el nacimiento y muerte de Jesucristo cambió el mundo conocido, de ahí que la historia se divide en un antes de, a un después de, y si el trajo un mensaje de amor, ¿Por qué no lo aplicamos con el diferente a nosotros?
Nadie debería sufrir condenas injustas, menos sin veredicto alguno, a la par que la IA avanza, somos menos inteligentes culturalmente.







