Autor: Ingrid Julissa De La Paz
X: @JulyDeLaPaz1
TikTok: @julydelapaz
Instagram: @_julydelapaz
Email: @ ingriddelapaz.98@gmail.com
Editorial: youngfortransparency@gmail.com

Sobre el Autor:
Estudiante de Maestría en Gestión, Fiscalización y Control Gubernamental / Licenciatura en Ciencia Política con especialidad en Análisis Político

0:00
0:00

En Guatemala ya no nos sorprende la corrupción, lo que sorprende es nuestra capacidad infinita de aguantarla, nos acostumbraron a verla como una llovizna perenne, incómoda sí, pero “normal”, y ¿qué viene después de la corrupción cuando ya se volvió parte del paisaje? Esa palabra nos quedó pequeña, hoy hablamos de algo más profundo, más peligroso y más descarado que es la consolidación gradual de un narcoestado.

Porque es evidente que vivimos con una justicia perdida en un laberinto que otros diseñaron, un diseño milimétrico para que nada funcione, nada camine y hayan tropiezos, con una ruta hacia el narcoestado, que, ya empezó… pues más del 51% de municipios reporta presencia o influencia de narcoestructuras, más del 95% de delitos quedan impunes y más de 70 diputados han sido señalados por corrupción o vínculos con financistas ilícitos y el narco, si eso no es la antesala de un narcoestado… ¿qué es?

Y todo esto sucede porque la justicia está atrapada en un laberinto que nunca fue hecho para encontrarse, sino para servir a quienes lo controlan, la impunidad en Guatemala supera el 95%; esto significa que, en términos prácticos, delinquir sale gratis, al 2×1, “salga y aproveche”, nos acostumbramos a que nadie paga por nada y todo se vuelve negociable desde las leyes, las decisiones, los cargos e incluso la vida humana, en este punto uno entiende que caminamos entre paredes torcidas de un laberinto de impunidad donde la justicia se pierde una y otra vez, un pasillo oscuro que beneficia a quienes viven de que la justicia nunca llegue.

La inestabilidad es el resultado de décadas de entregar el Estado a quienes lo querían para enriquecerse o protegerse, sabemos que tenemos un Ministerio Público capturado, una Corte Suprema que se prorroga porque conviene, una Corte de Constitucionalidad usada como arma política, jaja ¿en serio vamos a esperar que estas instituciones, así como están, nos salven? Si ya sabemos que tenemos un sistema de justicia que permite la impunidad con la naturalidad de quien sirve el desayuno, porque si… los hemos visto liberar corruptos, devolverle las fincas a quienes saquearon y perpetuaron la corrupción en 2015, enterrar investigaciones y castigar a quienes denuncian y mientras tanto, las estructuras criminales se fortalecen porque saben que no hay consecuencias, ese es el verdadero precio de la impunidad.

Las instituciones no se rompen de un día para otro, se desgastan como un lazo viejo, primero se afloja, luego se deshilacha y cuando por fin revienta, todos fingen sorpresa. ¿hasta dónde vamos a estirar ese lazo? ¿Hasta dónde vamos a dejar que se oxiden los pilares del Estado? Incluso un país acostumbrado a sobrevivir a golpes, pactos y silencios tiene un punto de quiebre.

Guatemala no es país ingobernable, es un país INGOBERNADO DELIBERADAMENTE para que unos pocos sigan mandando, sin importar quién gane elecciones cada cuatro años.

¿Y qué hacemos con los diputados sin rumbo? ¿Con ese Congreso que parece más un mercado de favores y jugosos sueldos que un lugar de legisladores comprometidos? Porque, a ver, se desmarcan de las sesiones con la misma facilidad con la que aprueban el aumento a su sueldo de 66 mil quetzales, un monto que, curiosamente, sí alcanza para “mejorar” la imagen estética de más de alguna diputada que no mejora nada en el hemiciclo, ¡ya quisiera un chance así!, el único trabajo en Guatemala donde entre menos llegan, más cobran.

¿Y qué hacemos con un Ejecutivo que tambalea, improvisa, reacciona y no entiende que cada vacío de autoridad lo llena otro actor, más armado, más financiado y más despiadado? ¿Cuánto tiempo más vamos a pretender que esto es gobernabilidad? ¿Cuántas veces vamos a esperar otra jugada del ajedrez? ¡Ay Bernardo! Es difícil sostener un país cuando, en medio del caos, siempre aparece alguien que “pintó aquí, pintó allá”, como si el simple hecho de decir que pintó algo ya resolviera los problemas, al final, lo único que realmente PINTÓ fue una capa delgadísima de apariencia, lo justo para que por un momento pareciera que todo estaba bajo control, aunque todos sabemos que debajo de esa pintura… nada cambió.

Y entre todo este cansancio, esta costumbre de ver al país derrumbarse sin que nada cambie, hay una fecha importante, el 2026, específicamente las elecciones de segundo grado que, definitivamente no es “cosa de abogados”, ese es el punto exacto donde se va a decidir si Guatemala se salva o se entrega por completo. En 2026 se elige quién tendrá en sus manos la justicia, quién investiga, quién protege, quién acusa y quién calla y si dejamos que ese proceso vuelva a ser un reparto entre los mismos grupos de poder, entonces, dejemos de fingir sorpresa, lo que viene es un país sin freno, sin instituciones y sin futuro.

Pero todavía no estamos ahí, no todavía… 

La diferencia la hará lo que hagamos ahora, si exigimos transparencia a las comisiones de postulación, si vigilamos al Congreso y sus votos, si señalamos a quienes negocian en lo oscuro, si entendemos que ese proceso nos afecta más que cualquier campaña electoral.

Y sí, es cierto, no somos la generación con más poder económico, tampoco la que ha ocupado más espacios en el Estado, pero somos la generación con más claridad, con más acceso a información, con menos miedo a cuestionar y con menos paciencia para seguir repitiendo la misma tragedia.

El 2026 es la última línea, el momento en que o despertamos… o nos apagan y si fallamos, no habrá duda de que seguiremos con la justicia perdida en un laberinto que otros diseñaron.

July De La Paz | M.A. en Control, Gestión y Fiscalización Gubernamental | CPA | Politóloga | Analista Política | Secretaria General Cocode Fraijanes.

 

Jóvenes por la Transparencia

post author
Artículo anterior“La Marcha Z”: violencia y cuadratura del círculo de la derecha
Artículo siguienteInsistiendo en que el decreto 7-2025 no es funcional