En el momento de escribir estas líneas, a dos días de las elecciones de Honduras del 30 de noviembre de 2025 con el 55% de los votos computados, los dos candidatos de la derecha estaban en un empate técnico con 39% de los votos, mientras que Rixi Moncada la abanderada del partido Libre, ocupaba un distante tercer lugar con aproximadamente 20% de los sufragios. ¿Fraude o derrota? He aquí la gran pregunta que debe hacerse con respecto a los comicios hondureños.
En abono a la primera hipótesis, la del fraude, habría que decir que las encuestas hasta hace muy pocos días daban a Rixi un triunfo con un 40% de los votos en un sistema electoral sin segunda vuelta, mientras Nasry Asfura y Salvador Nasralla se disputaban el segundo o tercer lugar con unas intenciones de voto de aproximadamente 20% cada uno. Analistas entusiastas por el progresismo en Honduras elevaban las intenciones de voto para Moncada a alrededor del 50%. Con estos pronósticos los resultados electorales resultan desconcertantes y el olor al fraude es inevitable. Desde México algunos analistas desde la izquierda recuerdan el fraude cometido a favor de Salinas de Gortari en 1988 cuando el sistema de recuento de votos se cayó y equiparan “esta caída del sistema” a la suspensión de emisión de datos del programa de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP). “Esa película ya la vi” dijo en su transmisión diaria el senador por Morena, Gerardo Fernández Noroña, quien recordó cómo vivió personalmente el fraude de1988.
La hipótesis del fraude se acrecienta si se recuerdan los 26 audios en los cuales la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Cossette López, hablaba con su interlocutor acerca de cómo se iban a anunciar los resultados electorales de tal manera de favorecer a alguno de los dos candidatos de la derecha y en todo caso escamotear el eventual triunfo de Rixie Moncada. Este hecho fue denunciado por el Ministerio Público en octubre del presente año y fue uno de los temas de conversación entre las presidentas Claudia Sheinbaum y Xiomara Castro en ocasión de la reciente visita a México de la segunda. La candidata Moncada había advertido antes de las elecciones que no iba a aceptar las cifras del TREP. Las encuestas que daban el triunfo a Rixie Moncada tenían sentido si se recuerda que en estos últimos cuatro años el gobierno de Xiomara Castro alcanzó avances significativos en áreas clave como reducción de pobreza: la pobreza de 73.6% a 60.1% y la extrema pobreza de 53.7% a 38.3%. Además de la inversión social y productiva que en 2023 según la CEPAL fue la mayor en América Latina. Honduras que es uno de los países más violentos de la región, también logró una disminución de los homicidios en estos cuatro años. La inversión en educación logró niveles históricos, así como la de los servicios públicos, energía, agricultura y medio ambiente. Muchos de esos logros están cuantificados -como la caída en pobreza, el aumento del gasto social o la inversión en infraestructura- y representan cambios tangibles comparados con periodos anteriores.
En su primera conferencia de prensa, Rixie Moncada denunció que los resultados electorales que se estaban dando, estaban sesgados por el hecho de que en la víspera de la elección, el CNE había levantado el que fuera obligatorio que las actas enviadas por las Juntas Receptoras de Votos (JRV) tuvieran una validación biométrica (huellas dactilares, firmas digitalizadas, fotografías de los integrantes de dichas JRV). Esto resultó en el hecho de que hasta el momento en que ella dio su conferencia de prensa, de las 11,280 actas divulgadas, 2,859 (25.35%) no tenían tal registro biométrico. De estas actas no validadas biométricamente 1,588 (55.54%) favorecían al Partido Nacional (Asfura, ) y 1,041 (36.41%) al Liberal (Nasralla). Solamente 204 actas (7.14%) de las actas sin registro biométrico favorecían al partido Libre (Moncada). Esto significa que el 25% de las actas no tenían registro de autenticidad.
La hipótesis de la derrota se sustenta en el hecho de que estas elecciones estuvieron marcadas por el injerencismo estadounidense. En primer lugar, declaró su apoyo a Nasry Asfura, luego dijo que si no ganaba entonces Estados Unidos “no malgastaría su dinero en Honduras”. Una amenaza real para un país que ha sido prototipo de la república bananera, que depende sustancialmente de las remesas y que está sumida en la miseria y en la pobreza. En las vísperas electorales declaró que indultaría al expresidente Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años de prisión por haber propiciado desde sus períodos de gobierno (2014-2022) el trasiego de 400 toneladas de cocaína. Al terminar la jornada electoral también se unió a la narrativa del fraude, pero desde la perspectiva de que ese fraude se estaba realizando a favor de Nasralla. Declaró Trump que si se intentaban cambiar los resultados de la elección habría consecuencias graves y exigió al Consejo Nacional Electoral que terminará pronto el conteo y advirtió que “la voluntad del pueblo” tendría que respetarse. La hipótesis de la derrota se sustenta primeramente en la opinión de que el pueblo hondureño al igual que sucedió con la Argentina en las elecciones legislativas de octubre de 2025, cedió al chantaje imperialista.
Los que hemos vivido los fraudes electorales (yo los viví en Guatemala en 1974 y en México en 1988, 2006 y 2012) sabemos que estos son más posibles si los resultados son cerrados. En el caso de Honduras, la candidata progresista está a 20% de los dos candidatos punteros. Solamente un descomunal fraude, una adulteración masiva de los resultados electorales, podría explicar esta abultada diferencia. Cabe pensar si lo que sucedió en Honduras no se debió al fraude, o no solamente al fraude, sino es el resultado de una presión imperialista que atemorizó a grandes sectores del electorado como sucedió en Argentina. También cabe analizar el papel de otros factores como el rol de las iglesias fundamentalistas neopentecostales (bases sociales del neofascismo) en Honduras, que ya controlan el 50% de la feligresía. Finalmente, el poder mediático que tienen las 25 familias que constituyen el eje vertebral de la clase dominante hondureña.
El triunfo de la derecha hondureña es el triunfo de la ultraderecha hondureña. Es un absurdo calificar a Nasralla de “centrista” apelando a un pasado de alianzas con el partido Libre. Nasralla es un oportunista y ahora si llega a la presidencia se inclinará por lo que la Casa Blanca le indique y él mismo será un aliado de Milei en Honduras o de Bukele en El Salvador. Más aún si se toma en cuenta de que a diferencia de los últimos 25 años, América Latina está girando hacia la peor de las derechas como lo demuestra en el contexto del asedio imperialista el fraude electoral en Ecuador, la imperdonable derrota del MAS en Bolivia, el triunfo de Milei en las legislativas, este revés en Honduras y el previsible triunfo de la derecha neofascista este mismo mes en Chile. Las victorias tienen muchos progenitores, las derrotas son huérfanas. Más allá de sindicaciones personalizadas, es necesario un examen de la capacidad reaccionaria de meterse a través del miedo y el convencimiento en amplios sectores populares. Es necesario diseñar una estrategia para hacerle frente a la batalla cultural neofascista que está rindiendo frutos. Son estos tiempos, tiempos de reveses que acaso sean de largo alcance. Tiempo de respuestas objetivas a preguntas dolorosas. Tiempos de reflexión profunda para volver a levantarnos.







