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La eliminación de Guatemala del Mundial 2026 no es solo una derrota deportiva: es el reflejo de un sistema corrompido por la corrupción, la improvisación y el abandono institucional. Esta derrota ante Panamá por 3-2 en el Estadio El Trébol no es solo un marcador adverso. Es el desenlace previsible de un sistema futbolístico corrompido por la corrupción deportiva, la improvisación y la mediocridad dirigencial.

Con este resultado, la Azul y Blanco queda oficialmente fuera del Mundial 2026. Pero más allá del dolor deportivo, lo que se impone es una reflexión profunda sobre el estado de nuestro fútbol, que nuevamente ha sido un fracaso, algo que los guatemaltecos estamos acostumbrados porque su dirigencia está podrida.

Durante los 90 minutos, vimos a un equipo que luchó, que intentó, que incluso ilusionó por momentos. Pero también vimos desconcentraciones defensivas, falta de claridad en la salida y una incapacidad para sostener el ritmo frente a un rival que sí tiene proyecto. Cecilio Waterman y José Fajardo no solo marcaron goles: expusieron nuestras debilidades estructurales.

La afición guatemalteca cumplió. Llenó el estadio, alentó, creyó. Pero la dirigencia no ha cumplido en años, en décadas. No tenemos planes de montar semilleros. Lo que tenemos es una cúpula que se recicla en sus propios vicios, que opera sin rendición de cuentas y que ha convertido el fútbol en un botín político y económico.

Tenemos una dirigencia que no representa al fútbol, sino a sus propios intereses. Son elegidos por los mismos amigos de siempre y otros dinosaurios del deporte nacional, que no quieren soltar el hueso. Para ellos, estar en el cargo no es una responsabilidad, sino un estilo de vida, porque tienen viajes gratis, hoteles cinco estrellas, restaurantes de lujo y toda clase de prebendas que se recetan con descaro. Mientras tanto, las canchas se deterioran, los jóvenes talentos emigran o se frustran, y el país entero paga el precio del cinismo de una cúpula deportiva nefasta.

No existen planes de trabajo serios. Los cargos se rotan entre los mismos personajes, atrapados en la rosca de la “clica deportiva”. No hay alternancia, no hay renovación, no hay visión. La Fedefut se ha convertido en un nido de dirigentes sin rumbo, donde lo único que funciona es el sistema de prebendas que se reparten entre ellos. Llenan sus bolsillos y saquean las arcas del deporte más popular del mundo, mientras el país acumula fracasos, decepciones y frustraciones.

La FIFA, como parte de su política de desarrollo global, entregó varios millones de dólares para la creación de la Escuela FIFA en Guatemala, destinada a formar jugadores y fortalecer el fútbol base. Pero ese proyecto quedó en el olvido. Se habla de que los fondos fueron mal utilizados, desviados a destinos que nada tienen que ver con el desarrollo deportivo. La ilusión de miles de jóvenes que sueñan con jugar el deporte de sus amores fue truncada por la corrupción de siempre. En lugar de canchas, hay silencio. En lugar de entrenadores, hay abandono. Y en lugar de futuro, hay frustración.

Luis Fernando Tena, con sus aciertos y errores, no puede cargar solo con esta eliminación. El problema es más profundo, es la falta de visión a largo plazo. Es la ausencia de un modelo que priorice el talento nacional, que profesionalice la gestión y que entienda que el fútbol no se construye con discursos, sino con trabajo serio y sostenido. Pero los representantes de los equipos también tienen su grano de arena en toda esta debacle, votar por dirigentes corruptos y eso los hace partícipes de lo que vive en este momento nuestro fútbol.

Y como si todo esto no fuera suficiente, estos han sido los 90 minutos más sufridos para la afición guatemalteca. Una eliminatoria vivida sin contar con el Estadio Nacional Doroteo Guamuch Flores, dejado en ruinas por las malas decisiones de la Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala (CDAG). Decidieron remodelar la máxima instalación deportiva del país justo cuando teníamos dos eventos de enorme trascendencia: las Eliminatorias al Mundial 2026 y los Juegos Centroamericanos 2025. 

Por todo esto, es momento de decirlo con claridad: el presidente de la Fedefut, Gerardo Paiz, debe irse por la puerta de atrás, debe renunciar si le queda un poquito de decencia, que lo dudo mucho. El cargo le queda grande. Ha demostrado no estar a la altura de la responsabilidad histórica que implica liderar el fútbol nacional. Su permanencia en el cargo solo prolonga el estancamiento. Guatemala necesita una dirigencia nueva, honesta, con visión y compromiso real. Porque el fútbol no puede seguir siendo rehén de quienes lo usan como trampolín personal o caja chica institucional.

Es hora de romper el ciclo. De convertir la indignación en acción y así como los vimos llenar el estadio, es momento de pedir y exigir que todos estos dirigentes se vayan. Porque el fútbol guatemalteco merece dirigentes probos y que no lo sigan condenando al fracaso.

Marco Tulio Trejo

mttrejopaiz@gmail.com

Soy un periodista y comunicador apasionado con lo que hace. Mi compromiso es con Guatemala, la verdad y la objetividad, buscando siempre aportar un valor agregado a la sociedad a través de informar, orientar y educar de una manera profesional que permita mejorar los problemas sociales, económicos y políticos que aquejan a las nuevas generaciones. Me he caracterizado por la creación de contenido editorial de calidad, con el objetivo de fortalecer la democracia y el establecimiento del estado de derecho bajo el lema de mi padre: “la pluma no se vende, ni se alquila”.

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