Hemos sostenido, durante muchos años, que el trabajo de las mafias dedicadas a esa corrupción que tanto les enriquece con el mal uso de los recursos públicos abrió una enorme puerta que permite a otros grupos criminales jugar un papel crucial en la vida política del país. Históricamente el financiamiento de las campañas políticas se manejaba en secreto y eso fue abriendo la puerta a que grupos muy oscuros y cuyo origen de los fondos no era nada legal, pudieran ir incidiendo en el sistema de una forma muy particular.
Ahora, por todo lo que ha pasado y viendo ejemplos recientes, nos damos cuenta que el financiamiento electoral de aquellos cuyo dinero es limpio se puede y debe hacer de forma clara y transparente, cumpliendo con todos los requisitos que manda la ley, pero el problema es que ahora ya no se le puede aguantar el ritmo a los grupos del narcotráfico y crimen organizado que están bañados en dinero y ya metidos hasta la nuca en la política.
Lo primero que benefició a los narcos fue la perversión que se hizo del sistema de justicia para garantizar impunidad a los operarios de la corrupción, pues ello les garantizó también a los diferentes cárteles y sus operadores la certeza de que podrían contar con ese extraordinario beneficio. Pero era obvio que si nuestra política giraba alrededor del dinero de quienes financiaban las campañas, esos mismos grupos sabrían cómo operar -y lo vienen haciendo desde hace tiempo- aunque no con esa fuerza que ahora marcará el futuro proceso electoral que, casualmente, en la práctica ya empezó.
En efecto, a poco más de año y medio para las próximas elecciones ya empiezan a moverse piezas y abrió la carrera la Asamblea General del partido Cabal, mismo que en las últimas elecciones postuló a Edmond Mulet, a quien se le criticó que abrió las puertas del partido sin control y sin filtro, al punto que se lo pararon quitando fuerzas de las que ya no se pudo defender. La agrupación ahora es dirigida por el diputado Luis Aguirre y la figura presidencial que presentaron fue Roberto Arzú García Granados, a quien le vedaron la participación en la pasada contienda. El diputado de Cabal es ahora la bisagra clave del Congreso, tal y como se vio en la última elección, aún y cuando las dudas del origen de los fondos del congresista son cada vez mayores.
Con lo que pasó en el Congreso y con las actividades políticas de las próximas semanas, prácticamente con ello se inicia ya el proceso de sucesión presidencial y reconfiguración de las fuerzas políticas, razón por la que los ciudadanos debemos estudiar detenidamente los diferentes acontecimientos a fin de entender el rumbo que toma Guatemala.
Nuestras organizaciones políticas, en términos generales, no responden a ideologías y líneas claras de pensamiento sino a otro tipo de intereses que, desde hace muchos años, terminan siendo marcados por los negocios que se pueden hacer en el ejercicio de las funciones públicas. Y por ello es que el poder de los financistas termina siendo enorme, pues no es exagerado decir que muchos candidatos no buscan convencer al votante alrededor de planes e ideas, sino que prefieren recurrir a la ya tradicional compra de votos y el amarre de los negocios desde la campaña. Los niveles de populismo de la próxima campaña serán nunca antes vistos.
Repetimos que en cada proceso ha ido aumentando la influencia del dinero proveniente del narcotráfico luego de que los “operarios de la corrupción de siempre” les abrieron el espacio y además les marcaron el camino para convertirse en piezas clave. Tanto así que no se amarran con algún aspirante en particular, sino que colocan su dinero apostando por diferentes opciones, lo que les asegura que, pase lo que pase, saldrán ganando.
Guatemala necesita prevenir que el crimen organizado siga copando espacios y para ello, solo la unión de sectores nos puede trazar un camino para enderezar el rumbo.








