Alguien me pregunto que en mi opinión qué era lo que impedía un comportamiento cívico al guatemalteco y mi respuesta fue: Dignidad cívica; es decir, lograr pasar de la resignación de «sobrevivir» a la convicción de «gobernarnos a nosotros mismos» mediante la vigilancia constante de los que nos representan.
Por más que clamen a los cuatros vientos el gobierno y sus instituciones, la organización cívica, las iglesias, las universidades, los colegios profesionales, la misma prensa, los esfuerzos en ese sentido han sido: o mal encausados, o insuficientes. Lo cierto: inútiles al respecto. Todos esos organismos civiles y de Estado, fallan en su rol de contrapeso dentro de lo que es el gobernar nacional y local o están cooptados. Y ante todo ello, resulta evidente que la estrategia de fortalecer la dignidad ciudadana, debe cambiar su enfoque y sus tácticas.
Sobre un nuevo enfoque es mucho lo que puede decirse; pero, cuando las organizaciones cívicas tradicionales son ineficaces, lo que queda por hacer es construir poder desde la base y enfocarse en la resiliencia social a través de: La Reconstrucción del Tejido Social (La Base). El principal problema al respecto es romper la prioridad del pueblo que se resigna a sobrevivir. La prioridad es restaurar la capacidad de actuar en conjunto, fuera de las instituciones fallidas. Eso significa en estos momentos al menos cuatro acciones.
Organización Vecinal y Comunitaria: Las personas se unen por intereses comunes en su territorio (barrio, colonia, aldea). Empoderamiento y Autogestión: Los vecinos toman la iniciativa para identificar sus problemas (inseguridad, falta de servicios, infraestructura) y trabajan juntos en las soluciones, sin esperar exclusivamente la respuesta del Estado. Generación de Confianza y Capital Social: Se reconstruyen los lazos de solidaridad, respeto y confianza mutua que son esenciales para una convivencia digna. Se atiende la Incidencia Local: Una comunidad organizada tiene más poder para exigir, negociar y colaborar con las autoridades y grupos locales, ya que hablan con una sola voz.
Lo anterior debe realizarse con dos miras: solidaridad activa y la participación directa de la ciudadanía. En mi opinión, estos son los motores fundamentales para recuperar la autonomía y asegurar una vida digna, cuando las estructuras superiores han fallado o son insuficientes.
Hay también cosas necesarias a vencer que veo: Los habitantes deben pasar de ser meros receptores pasivos de ayuda o beneficiarios de promesas incumplidas a ser los agentes activos de su propia transformación. Esto devuelve a la comunidad su dignidad al reconocer su capacidad y poder de gestión. Y la Cohesión Social: Al trabajar juntos en la construcción de su salud, educación, infraestructura, protección ambiental, se fortalece el capital social (la confianza y las redes internas).
La solidaridad activa no es solo ayudar al vecino, sino unirse para tomar decisiones colectivas que afectan a todo el territorio, garantizando así una mejor calidad de vida y seguridad para todos.
¿Qué significado adquiere entonces la recuperación de la dignidad humana? logra reconstruir la vivencia humana en dos niveles cruciales: La lucha colectiva que asegura calidad en lo que se hace y además equidad y asegura la obtención de legalidad en lo que erradica (mala educación, falta de salud, propiedad, etc.) y da estabilidad a generaciones. En segundo lugar, el acto de ser constructor y no receptor que genera un profundo sentido de pertenencia y orgullo. Los vecinos demuestran ser capaces de gestionar y producir soluciones complejas a sus problemas, lo que revierte la invisibilidad y el estigma social de vivir en determinado sitio de segunda o tercera y como ciudadano de segunda o tercera, afirmando su rol como ciudadanos plenos.







