0:00
0:00

Dr. Rafael Mejicano Díaz

Durante cuatro décadas, gran parte de América Latina ha permanecido atrapada en una rutina institucional sin rumbo. La infraestructura se desmorona, la corrupción se perpetúa y el ciudadano común sobrevive en medio del abandono. Decir la verdad en este contexto se ha convertido en un acto heroico que busca rescatar la ética pública y la esperanza de un continente que se niega a morir.

Desde hace cuarenta años, los países latinoamericanos vivimos en automático. Gobiernos que prometen renovación terminan repitiendo los mismos errores, atrapados en un ciclo de improvisación y de poder sin propósito. Nuestras ciudades se caen a pedazos, las carreteras son metáforas de un país que no avanza, la salud y la educación —motor del futuro— se hunden entre burocracia y abandono.

No es que no tengamos recursos, es que hemos perdido la voluntad de usarlos con sentido. Mientras los pueblos trabajan con esfuerzo y fe, la clase política, el narcotráfico y la élite mercantilista, vive en la comodidad de la impunidad. Y en esa parálisis estructural, el ciudadano se convierte en espectador de su propio deterioro.

En medio de esa oscuridad, aún hay quienes hacen lo que pocos se atreven, decir la verdad. Su sacrificio no solo denuncia los abusos del poder, sino que recuerda al país su raíz ética, que representa a los guatemaltecos que no claudican, en donde la justicia no sea privilegio de unos pocos. La voz de quienes resisten, aunque se intente acallarla, sigue resonando en cada línea editorial que se atreve a desafiar la corrupción.

No basta con indignarse. Es momento de pensar, unir y actuar para defender lo poco que aún queda en pie del sistema democrático. Sin verdad, no hay justicia, sin justicia, no hay estado, sin estado no hay gobierno. 

La defensa de la institucionalidad no puede quedar en manos de los mismos actores que la destruyeron. Es deber ciudadano reconstruir desde la conciencia, la coherencia y la participación. La corrupción latinoamericana ha cruzado límites geográficos y morales. Por eso, la justicia también debe cruzar fronteras. Ya está cerca el día en que los responsables, dentro o fuera tendrán que enfrentar la captura internacional que les corresponde por sus crímenes contra el Estado, contra la democracia y contra el pueblo. Porque la indiferencia también es corrupción, y el silencio cómplice es una forma de corrupción. Latinoamérica no necesita más discursos, necesita decisiones con sentido. El futuro no se construye con promesas, sino con principios. El problema no es la falta de recursos, sino la ausencia de ética y de amor por el país.

Y ese vacío solo podrá llenarse cuando recuperemos la conciencia de lo que somos y el valor de defenderlo.

Dr. Rafael Mejicano Díaz

Dr. Rafael Mejicano Díaz, Especialista en Prótesis Oral, MSc, Ph.Hc. y Ph.O.C., referente de la odontología guatemalteca. Con amplia trayectoria docente, gremial y clínica, ha impulsado innovación, ética y servicio social. Su legado integra ciencia, liderazgo institucional, pensamiento crítico y compromiso humanista.

post author
Artículo anteriorTras 4 días en fila, aficionado compra boletos para partidos eliminatorios de Guatemala: «Valió la pena»
Artículo siguienteElección de Cortes Políticas