Es más o menos sencillo fijar la fecha de la aparición del romanticismo en Europa. Todos, por ejemplo, están de acuerdo incluso en dar una fecha convencional para dirimir discusiones:
1777, aunque en realidad los más tiernos brotes anteceden a ese año.
Pero en cuanto a nuestra América Hispana ello no resulta fácil. Unos afirman que a finales del XVIII y otros que a principios del XIX apareció en nuestro continente. La dificultad de fijar una fecha radica en que el romanticismo nos llegó por diversas vías y no por una sola ni en determinada fecha.
Los escritores que solamente hablaban español y que no viajaron hacia el Viejo Continente fueron los que más tarde tuvieron noticia del movimiento. Pues estas llegaron a ellos después de que los poetas españoles –como el duque de Rivas- lo hubieran asimilado, impresos sus libros y enviados éstos a Hispanoamérica.
Hubo en cambio literatos –como José Batres Montufar- que aunque no fueron a Europa se supone que hablaba el francés y el inglés o el menos lo leían, aunque no hay prueba documental de ello. Y obtenían por medio de viajeros que llegaban a Guatemala o Centroamérica publicaciones en estos idiomas a los que el romanticismo accedió antes que al español. Puesto que el movimiento se desplazó de Alemania a Francia e Inglaterra, en primer término. Por ello es que Pepe Batres tanto por generación como por el fresco anticipo que le dieran el inglés y el francés, pertenece a la primera hornada de románticos hispanoamericanos. Pero no por sus “Tradiciones”.
En concreto, Dionisio Alcalá Galiano y Fernando Velarde (poetas que en España no tuvieron mucho éxito pero que en América sí) trajeron a Guatemala materiales en inglés, francés y alemán por lo que, quienes conocían o leían estas lenguas (pues no es lo mismo leer que hablar) en nuestro país, pudieron anticiparse algo en el conocimiento del romanticismo frente a los que solamente eran hispano-hablantes.
Existe una tercera categoría en esto de la recepción del romanticismo en nuestro continente: la de aquellos que viajaron a Europa, entre finales del XVIII y principios del XIX y al regresar trajeron los postulados de la tendencia. Este grupo está constituido en gran mayoría por exiliados que, a raíz de las guerras de Independencia se veían obligados a buscar refugio no en ningún país de América Latina o en España, sino generalmente en Francia e Inglaterra. Por ello es que a este grupo de románticos se les conoce con el nombre de “los exiliados”.
Nuestro movimiento romántico comenzó con la poesía y luego se difundió al teatro y a la novela. El primer drama romántico de América Hispana acusa la influencia de Víctor Hugo. Es el “Don Pedro de Castilla” de Francisco Xavier Foxá, originario de Santo Domingo (1816-1865). Foxá lo escribió en Cuba en el transcurso de 1836, un año después de la aparición en Madrid de la primera tragedia plenamente romántica: el “Don Álvaro” del Duque de Rivas. Ya en 1836 se había publicado en La Habana una traducción en verso de “Hernani”, de Víctor Hugo, hecha por Agustín Zárraga y Heredia.
La novela se anticipó aún más, aparece en Hispanoamérica en 1826. Tampoco en la novela histórica (género tan estrechamente ligado al movimiento romántico) esperó la América Hispana el ejemplo de España. “Jicotecatl” –relato basado en la conquista de México se publicó en Filadelfia en 1826. Su autor anónimo fue probablemente un mexicano, pero sólo a partir de 1845 comienzan a multiplicarse las novelas de asunto histórico. Como conclusión puedo afirmar que el relato romántico aparece en nuestro continente en 1826 y el teatro de la misma tendencia en 1836. La poesía lírica unos diez o quince años antes, coincidiendo casi con la germinación del “Yo pienso en ti”.







