Luis Fernández Molina

Por su formación académica como también por su origen (aunque era adoptivo) fácil es de suponer que los intereses políticos de Mariano se decantaban por los de los sectores altos de la sociedad con quienes se codeaba. Su apariencia igualmente era “muy europea”, la de un caballero bien vestido como puede apreciarse en las reproducciones que aparecen en los billetes de veinte quetzales, con sus tupidas patillas y el elegante rizo sobre la frente. Bajo esa divisa conservadora destacó por su diligencia y lucidez. Sus primeras actividades públicas las realizó como síndico del ayuntamiento y profesor universitario.

A pesar de su juventud, Gálvez estuvo en el Palacio de Gobierno ese memorable 15 de diciembre de 1821; acudió en representación, nada menos que, del Claustro de Doctores y extendió su voto en favor de la independencia y de que se levantara el acta que habría de documentar tan magna ocasión. Siempre estuvo muy al tanto del discurrir de los acontecimientos en esos turbulentos y cambiantes días. A sus 25 o 26 años tenía apenas un par de años de haberse graduado como doctor en Leyes y gozaba de mucho reconocimiento, especialmente en el círculo conservador. Poco después de la independencia sobrevino otro gran debate: la decisión de mantenerse independientes o bien anexarse a México. El entonces hombre fuerte del país, quien al mismo tiempo era el último representante del rey y el primer gobernante de las provincias independientes, don Gabino Gaínza, designó a Gálvez como secretario de la Junta Consultiva que debía resolver respecto de la invitación que hiciera Agustín de Iturbide. Los conservadores apostaban por un gobierno federal fuerte y querían ampliar sus mercados por medio de una gran unidad económica; los liberales desconfiaban de los poderes centrales y querían implementar sus políticas sin interferencias de una nueva metrópoli (lo que significaría un mero cambio de Madrid a México). La mayoría de votos, entre ellos el de Gálvez, fue por la incorporación al imperio mexicano y de esta forma apenas gozamos de plena independencia menos de un año.

Pero nuestra alianza con los mexicanos tampoco perduró. El Imperio de Iturbide –como gigante con pies de barro– se estaba derrumbando por cuestiones internas (en otras palabras de haberse consolidado seguramente nos quedamos como parte de México). Como consecuencia, las provincias de Centroamérica debían tomar nuevamente otra decisión trascendental. ¿Qué forma de gobierno se adoptaría? Se convino en el formato federal para mantener unidos a los cinco estados. Mariano Gálvez fue de los principales y más influyentes en la confección de la Constitución de la República Federal de Centroamérica, en 1823.

Para ese entonces se perfilaban los adalides de ambos partidos, por el liberal Francisco Morazán quien fue elegido presidente de la Federación en 1830. Para ese entonces el pensamiento de Gálvez había dado un giro de 180 grados, fenómeno que también se ha venido repitiendo en muchas historias.

En elecciones internas el estado federal de Guatemala eligió como presidente a José Francisco Barrundia. Sin embargo éste prefirió quedase como Senador en la Asamblea (acaso anticipaba la debilidad de la Federación). Frente a ese vacío la Asamblea de Guatemala nombró a Mariano Gálvez como presidente quien también declinó, pero como –a diferencia de Barrundia– no ejercía ningún cargo público tuvo que aceptar a pesar de su inicial resistencia (otro escenario muy repetido en la historia). Así empezó la presidencia del estado de Guatemala del doctor Mariano Gálvez. Por lo tanto fue Jefe de Estado de Guatemala, pero no de la República, que todavía no se había declarado, sino del Estado Federal de Guatemala.

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