El término «progre» no es de uso en Guatemala. Aunque su significado literal es progresista (de ideas avanzadas o de izquierda), se utiliza casi siempre de forma peyorativa y despectiva. Se pronuncia con un desprecio agresivo, que en el ambiente político se usa para tildar a alguien de «asqueroso», «confuso» o «corriente», simplificando cualquier debate.
Pero, ¿qué pasaría si a los jóvenes que hicieron la Revolución de Octubre de 1944 —la verdadera Generación Z de su tiempo— los analizáramos con el lente actual?
Aquellos jóvenes no buscaban etiquetas; buscaban una nación. Su ideología era un conjunto de ideas y creencias que superaban su etnia, educación y clase. Estaban impulsados por un motor principal: la Justicia Social y la Equidad. Promovían la inclusión, exigían políticas redistributivas y luchaban por el fin del trabajo forzoso.
Si esos «Z del 44» revivieran hoy y volvieran a la lucha, estoy seguro de que sus demandas se ampliarían, adoptando las banderas contemporáneas:
- Feminismo: Lucha contra el machismo y por la igualdad de género.
- Derechos LGBTQ+: Fuerte defensa de la diversidad de identidades y orientaciones.
- Ecologismo: Preocupación por el cambio climático y defensa activa del medio ambiente contra el extractivismo transnacional.
- Multiculturalismo: Fomento de la inclusión de minorías étnicas y culturales.
No cabe duda: si la generación del 44 actuara hoy, también sería tildada de «intransigente» y «manipulada». Pero surge la gran pregunta: ¿Por qué aquella generación triunfó, al menos parcialmente, y la actual apenas si murmura ante una problemática similar?
La respuesta simplista es la «apatía», pero creo que lo que se percibe como desinterés es, en realidad, una profunda desconfianza en la política tradicional.
La Generación Z actual es hija de una historia de enfrentamiento y violencia. Creció viendo múltiples escándalos de corrupción e impunidad —desde el gobierno central hasta los gobiernos locales— donde las leyes no aplican para los poderosos.
El gran momento de movilización popular, la «Primavera de 2015», generó una enorme esperanza que terminó frustrada con el desmantelamiento de la CICIG y el regreso de las viejas élites. Esto sembró la sensación de que «nada cambia» y que el sistema es inamovible, haciendo que el esfuerzo político parezca inútil o suicida. ¿qué falló?
La diferencia en la capacidad de movilización de esas dos generaciones, radica en tres pilares que han cambiado radicalmente entre 1944 y hoy: 1. La Lucha por la Supervivencia A diferencia de 1944, donde el movimiento fue liderado por una naciente clase media urbana (estudiantes y profesionales), la Generación Z de hoy enfrenta una precariedad laboral asfixiante y un subempleo masivo. Su tiempo y energía se invierten en generar ingresos o, directamente, en la migración como única vía de progreso. La fuerza motriz se ha trasladado del activismo a la búsqueda desesperada de bienestar individual fuera del país. 2. La Forma de Organización. La generación del 44 se apoyó en gremios universitarios, magisteriales y sindicatos fuertemente estructurados que proveían liderazgo y continuidad. La Generación Z actual se moviliza de forma horizontal y efímera a través de las redes sociales. Esto permite una protesta rápida, pero es fácil de diluir, carece de estructura para negociar y es vulnerable a la cooptación.3. La Naturaleza del Enemigo. La juventud de 1944 luchó contra una dictadura frontal (Ubico), un enemigo claro y tangible. La Generación Z lucha contra un Estado cooptado por estructuras criminales y élites corruptas, un enemigo más difuso y difícil de desmantelar.
Mientras la represión física puede haber sido más brutal en 1944, el control actual es más sutil: campañas de difamación en redes (el tristemente célebre net-center) y la persecución selectiva logran un desgaste moral rápido que desanima la participación.
La conclusión es clara: la juventud de 1944 logró cambiar el rumbo de la nación porque luchaba contra un sistema en decadencia con herramientas de organización robustas. La Generación Z lucha contra un monstruo de mil cabezas que se ríe de la ley. Por ello, el foco se ha desplazado de la revolución política a la búsqueda de bienestar individual o a la migración como el único «progreso» posible.