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Si, desde hace mucho tiempo, se sabe que existe una profunda crisis en la impartición de justicia, en el combate a la corrupción y casi todos los ámbitos de la administración pública que han definido el presente; y como ejemplo cito lo sucedido en las últimas elecciones que establecieron un nuevo rostro y el alcance del poder judicial, que fue un claro indicio de cómo siguieron las prioridades para los anteriores engranajes del oficialismo de esa época.

La población guatemalteca se ha acostumbrado a ver la forma en que se diluyen y esfuman las irregularidades en el ámbito político y administrativo del país; la forma en que se consienten algunos procesos denominados de alto impacto en el sentido de no ser investigados tratando de envolverlos en la capacidad del olvido o retórica que los minimiza o archiva en cualquier intento por hacer prevalecer la justicia.

De esa forma, la sorpresa ya no tiene lugar cuando el engaño se articula desde el poder y aparece el fanatismo que suele encontrar todo tipo de justificación a dichas acciones, a sus propios errores, a consentir y ser parte del problema que deja de ser trascendente cuando apunta hacia su propia sombra. ¿A merced de quién o quiénes ha quedado el poder judicial, el cual sin el menor asomo dubitativo ni aspavientos melodramáticos judicializó la política en todo el país?

Lo más preocupante es la interpretación de la ley que podría quedar en manos de quienes han demostrado ser más fieles y serviciales al poder defenestrado que a salvaguardar uno de los pilares de la democracia que es la libertad de expresión, de acuerdo con el artículo treinta y cinco de la Constitución Política de la República de Guatemala.

Principió ya la carrera electoral próxima en Guatemala, los posibles candidatos de los grupos defenestrados del poder en la pasada elección y según el vox pópuli vinculados al crimen organizado han principiado a hacer las denuncias públicas con un nivel de cinismo que alcanza la estupidez en contra del actual gobierno, por cualquier cosa, por insignificante que sea; y siguen presentándose como intachables, buenos ciudadanos, preocupados por el bienestar de la mayoría de la población, creyendo que esa es una buena estrategia para ganar votos cuando se realice la próxima elección. Ya se escuchan los tambores de las campañas, que aseguran no son actos anticipados.

¿Será posible que el próximo evento electoral sea un proceso cuyos cimientos NO sean el fango de la arbitrariedad y la opacidad y que el populismo barato de trueque de mercancías por votos se vaya excluyendo? Y que cuando los resultados no les sean favorables, porque tal y como ha sucedido, de no ser así, todo el proceso es “un fraude”.

Por otro lado, la tecnología nos ha llevado a experimentar situaciones y aspectos que hasta hace poco tiempo eran producto de la imaginación; y como parte de este desarrollo tecnológico con la ayuda de la Inteligencia Artificial la creatividad del ser humano también ha creado nuevos mecanismos para delinquir, para esparcir mentiras en las que atentan contra la honorabilidad, decencia e incluso no sólo de los rivales políticos, incluso de su familia.

Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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