Autor: Aura Almira
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Sobre el Autor: Estudiante del Centro Universitario de Occidente (CUNOC) con promoción y liderazgo en movimientos estudiantiles y sociales

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Más allá de un simple proceso electoral, las elecciones estudiantiles para elegir a los representantes de la Junta Directiva del Centro Universitario de Occidente (Cunoc), muestran cómo la apatía, el populismo y la falta de ética pueden permear incluso los espacios académicos, reflejando la urgencia de fortalecer la cultura democrática desde el ámbito universitario, base de la formación ciudadana.

Estos representantes definirán el rumbo del centro universitario durante los próximos dos años; sin embargo, la manera en que se desarrolló este proceso, lejos de parecer un ejercicio justo y democrático, ha generado preocupación y plantea reflexiones sobre la cultura política en la que estamos inmersos.

Durante el proceso únicamente se presentaron dos planillas: la de la administración actual y la de un antiguo exdirector. La escasez de opciones y el hecho de que ambas planillas tengan antecedentes en el cargo, reflejan una escasa participación estudiantil y académica, así como una preocupante falta de iniciativa y acción dentro en el centro universitario. Aún más grave es que la mayoría de los estudiantes del Cunoc desconocían el papel que desempeña un representante estudiantil; muchos ni siquiera sabían que existía una Junta Directiva.

 La limitada disponibilidad de información institucional también resulta preocupante, ya que restringe el acceso de los estudiantes a documentos esenciales para la transparencia y la participación informada. Por ejemplo, al intentar consultar el reglamento del centro universitario, se evidencia que este no se encuentra disponible en la página oficial. Ya sea por descuido o de manera intencional, esta falta de accesibilidad limita el derecho del estudiantado a informarse sobre los cargos en disputa, fomenta el voto desinformado y propicia el populismo.

El proceso electoral también se vio marcado por un ambiente tenso lleno de comentarios, rumores, manipulaciones y presiones al estudiantado: ofrecimientos de puntos académicos, apoyo para graduaciones o insinuaciones sobre posibles sanciones y destituciones. Más allá de las intenciones, este tipo de prácticas generan desconfianza y afectan la legitimidad del proceso, mostrando cómo incluso en espacios estudiantiles la política puede reproducir dinámicas poco éticas.

Lejos de ser un proceso transparente y competitivo, lo que sucedió es un reflejo de la carencia de ética institucional. Este análisis es de suma importancia, nos hace reflexionar sobre la falta de espacios seguros y críticos en los cuales se debatan propuestas con sentido crítico, y el voto sea libre, informado e ideológicamente fundado en buscar cambios colectivos y no intereses personales. 

La participación también es clave. Estudiantes, docentes y egresados deben involucrarse activamente y exigir respeto por los principios democráticos; que sean espacios académicos no significa que no sea importante recordar la alternancia en el poder para garantizar progreso, soberanía estudiantil sin coacción, igualdad y respeto mutuo. La confrontación entre planillas debería transformarse en debate, diálogo y construcción. 

Sobre todo, no debe perderse de vista la transparencia. La forma en que se financian las campañas, los recursos utilizados y las actividades realizadas, deben ser claras y públicas. Solo con procesos visibles y éticos podrá recuperarse la confianza en la representación estudiantil y con ella, en el futuro del Cunoc.

Cuando la democracia se queda solo en discurso, los espacios que deberían formar ciudadanos críticos, se convierten en laboratorios de viejas prácticas políticas. Lo que sucede en las aulas no está desligado de lo que ocurre en el país: cada elección universitaria que se contamina con el oportunismo, la apatía o el silencio, es una muestra más de la crisis ética que seguimos repitiendo generación tras generación.

Como guatemaltecos y especialmente como quetzaltecos seguimos cayendo en el mismo error: dejarnos llevar por el populismo, por los discursos fáciles, por las simpatías o los favores, en lugar de ejercer un voto crítico y consciente. Esa falta de análisis y exigencia ética ha permitido que se normalicen las malas prácticas políticas tanto en el país, como en nuestras propias instituciones.

La importancia de estas elecciones va más allá del campus: los representantes estudiantiles elegidos en el Cunoc pueden influir indirectamente en procesos nacionales de relevancia, como la selección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a través de la participación de universidades en las Comisiones de Postulación. Esto subraya que la calidad democrática y ética de las elecciones estudiantiles tiene implicaciones directas en la transparencia y legitimidad del sistema de justicia nacional, mostrando que lo que ocurre en las aulas puede resonar mucho más allá de ellas.

Si queremos cambiar esta realidad, debemos empezar desde los espacios más cercanos: las aulas, centros de estudio, asociaciones y colectivos. Aquí se siembran los valores que luego guían a una nación; deben ser lugares donde la justicia, la honestidad y la participación no se pronuncien solamente en discurso, sino que se vivan cotidianamente.

La transformación de la democracia nacional comienza aquí, en cada elección estudiantil, en cada voto reflexivo, en cada debate crítico que tenemos en nuestras instancias. Si los estudiantes, docentes y egresados asumimos nuestra responsabilidad ética y participativa, podremos construir una generación capaz de exigir justicia, transparencia y respeto en todos los niveles de la sociedad. La democracia no es un discurso: es práctica, es responsabilidad y sobre todo, es compromiso de todos.

Jóvenes por la Transparencia

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