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El copioso invierno que estamos sufriendo se viene a sumar a las calamidades que el guatemalteco viene soportando desde hace ya demasiado tiempo. Según el Diccionario de la Lengua Española, calamidad es la “desgracia o infortunio que alcanza a muchas personas” y los numerosos derrumbes e inundaciones, a lo que se tiene que agregar el bloqueo de carreteras dispuesto por los ex patrulleros civiles y exmilitares son solo una parte, pues la destrucción de la institucionalidad y el Estado de derecho en el país ha generado esa absoluta “desgracia e infortunio” que alcanza a muchas personas.

Ayer señalamos el efecto de la corrupción en la deficiente infraestructura nacional que se termina de destruir con los aguaceros que estamos sufriendo, pero la verdad es que Guatemala vive un estado de calamidad constante porque no tenemos un Estado que se preocupe por promover y cuidar el bien común, ni suficientes ciudadanos dispuestos para ponerle fin a tanto desmadre.

Estos aguaceros nos muestran que no tenemos un poder Ejecutivo con capacidad de respuesta o siquiera con interés por atender las necesidades de la gente; llevamos más de dos semanas de aguaceros constantes que han saturado la tierra, causando derrumbes e inundaciones y es hasta hoy que el Presidente de la República se dirige a la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, cuando ya los desastres se extendieron por todo el país sin mayor reacción.

Mientras el país se desmorona, en el sistema de justicia están totalmente ocupados en las disputas para mantener el control que garantiza impunidad a los menos escrupulosos y persecución a quienes critican el sistema y en el Congreso sigue imperando la pasividad que se impuso luego del “trascendental” voto de los diputados para aumentarse el sueldo, en tanto los Alcaldes lloriquean porque un veto presidencial impide que hagan chinche con los fondos asignados a los Consejos de Desarrollo.

¿Hay acaso alguien que esté pensando en el país, en esa calamidad absoluta que venimos padeciendo desde hace tantos años y discutiendo acuerdos nacionales para salir adelante? Cuesta ver esfuerzos por hacer las cosas integralmente sino, por el contrario, es evidente que crece el conformismo y la resignación a sufrir esa calamidad absoluta que se refleja exponencialmente con las abundantes lluvias, pero que va mucho más allá de los derrumbes y destrucción de carreteras, hechos que agravan el ya de por sí agudo y trágico problema de los atascos viales que son parte del pan de cada día de esta población.

Reflexionemos y entendamos que nuestro estado de calamidad no es únicamente por las lluvias; es por la forma en que siguen operando las mafias que tienen el control absoluto de la institucionalidad y a las que importa un pepino que el pueblo sufra.

Redacción La Hora

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