Henríquez Ureña dixit: “El mejor de los poetas dotados del don del humor fue José Batres Montúfar (1809-1844) de Guatemala. Poco después de concluir la era colonial, descubrió las antiguas y reposadas gracias de aquel país; hazaña sorprendente si se considera el corto tiempo transcurrido, aunque no tanto si tenemos en cuenta los cambios de espíritu y de costumbres que produjo la independencia. Escribió tres novelas satíricas breves en verso, a la manera de La Fontaine y Casti, vertiendo en ellas algunas gotas del “Don Juan” de Byron en “Las tradiciones de Guatemala”. Acertó a descubrir un campo en el que se aúnan lo pintoresco a lo cómico.” Estas sonoras calificaciones fueron publicadas en “Las corrientes literarias en la América Hispana”, en 1949.
Sobre el mismo particular nos dice Anderson Imbert: En tranquilas, correctas y elegantes octavas reales, Batres Montúfar saltó a la carrera un tropel de imágenes dinámicas. Sabía contar. Y lo mejor que escribió fueron sus tres cuentos picantes agrupados con el curioso nombre de “Tradiciones de Guatemala”. La acción se desenvuelve ágil y rápida y que su talento era primordialmente narrativo, es prueba el hecho de que los mejores pasajes son esos en que el poeta llega a uno de los nudos de la intriga. Lo anterior fue publicado en “Literatura Hispanoamericana, tomo I, en 1954.
Finalmente, y sobre el mismo asunto apreciemos lo que Menéndez y Pelayo (quien fue el primero) observó en torno a la actividad narrativa de Batres Montúfar, enfrentada a su labor propiamente poética:
Batres debe su gloria no a sus escasos versos líricos que, sin ser despreciables, nada tienen de particular (exceptuando, si acaso, por su carácter íntimo el famoso “Yo pienso en ti”, que quizá ha sido elogiado en demasía) sino a tres cuentos alegres y picantes que llamó, acaso por broma, “Tradiciones de Guatemala”.
Participo del punto de vista que estos tres grandes críticos sostienen en torno a Pepe Batres, concretamente en lo que se refiere a enfocarlo más como narrador o cuentista que como poeta lírico. No solo por mi intención manifiesta de tomar pie en ello para reclasificar y recomponer sus obras, sino porque además tal criterio coadyuva a verlo una veces como romántico y otras como clásico o neoclásico. A pesar de su clara, justa y obvia inserción en el estilo romántico propiamente dicho, por época y contexto. Pues la pureza de estilo –como vimos antes- y con el apoyo de Amado Alonso, no existe. Es una abstracción. Por tanto Batres, en “San Juan” y “Yo pienso en ti” es poeta, es lírico y es romántico, por escuela y acaso, por esencia. Pero en “Las tradiciones de Guatemala” es más narrador y reduce notablemente su capacidad sentimental, por lo que se acerca estilísticamente –con gran derecho también- a las especulaciones y accesos clásicos.
Pero temporalmente, como digo, nace y labora más en el romanticismo, pese a su impregnación clásica por el claro intento de realizar también una literatura didáctica, moralizante y de proyección social. Que sirviera de modelo e imitación.
José Batres Montúfar germina dentro de lo más puro del romanticismo americano y resulta –tanto por sus composiciones líricas como por la escuela a que por derecho estilístico de época perteneció- asimismo un romántico, en cuya obra podemos observar algunos rasgos de la Ilustración neoclásica.
Al hacer una reordenación de su obra debemos realizar también un estudio profundo –si es posible- del romanticismo ampliamente alejado de lo meramente incidental y, empleando algunos rasgos de la metodología dialéctica, poner -frente al espejo- a la Ilustración (o neoclásico) que será lo que de inmediato me ocupará y que fue la corriente por la que navegaran Simón Bergaño y Villegas, y Esparragosa, en el fárrago de la Gazeta de Guatemala tan discutida como elogiada en su tiempo, esto es: a finales del XVIII y principios del XIX. Porque por los días de la pacífica y comerciada y comercial Independencia fueron otros diarios y medios los que surgieron airosos como El Editor Constitucional.