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El terrorismo se dio a conocer con actos criminales de violencia, principalmente de grupos anarquistas, para aterrorizar a la ciudadanía y demostrarle a ésta que el Estado no podía cumplir su obligación de brindar seguridad. Volvió a surgir a lo largo del siglo XX, con el asesinato del Archiduque de Austria que llevó a la Primera Guerra Mundial, la expulsión de los ingleses del Oriente Medio por acciones terroristas de independistas árabes y judíos, y, posteriormente, por acciones de desestabilización en Europa con detonación de bombas en las vías públicas que causaron muertes de personas inocentes durante varias décadas. Todo ello nunca tuvo las dimensiones del ataque terrorista a las Torres Gemelas en Nueva York y otros sitios, el 11 de septiembre de 2001, con más de tres mil muertes, que tuvo como consecuencia la “guerra contra el terrorismo”. 

No se ha llegado a consenso internacional para definir terrorismo; pero algunos aspectos resaltan: es un acto de violencia armada; busca causar terror en la población; ocurre en sitios públicos y produce muertes indiscriminadas, la mayoría civiles; y su objetivo es político. No es una acción del crimen organizado ni de la delincuencia común, las cuales están bien caracterizadas en el código penal de cada país. En los decenios 1960 a 1990, las dictaduras militares de América Latina usaron los recursos del Estado para perseguir al “enemigo interno”, sin apego al derecho -ejecuciones extrajudiciales, masacres, detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones forzadas y, en algunos casos, genocidio- surgiendo el “terrorismo de Estado”.

En Guatemala se sufrió “el terrorismo de Estado”, con responsables al más alto nivel del gobierno y las fuerzas armadas. Así, la propuesta de algunos diputados de extrema derecha que promueven en el Congreso declarar como terroristas a las “maras”, en copia burda del retorcimiento del concepto en Estados Unidos, no es aplicable a nuestro país, aunque Trump considere como “organización terrorista” a todo grupo que él, personalmente, vea como merecedor de su odio. 

Recientemente, este dictador, que aplica ya su propio “terrorismo de Estado”, declaró, para regocijo del tirano Bukele en El Salvador, que la “pandilla Barrio 18” era una organización terrorista. Más desquiciado aún, dice que el movimiento antifascista en Estados Unidos es organización terrorista.

El término “terrorista” ha surgido en nuestro país, por el caso de “El lobo”, líder del Barrio 18, que se encuentra en prisión en Guatemala y trata de evitar su extradición a EE. UU. Evidentemente, sus delitos son abundantes y ameritan prisión, al igual que los integrantes de su organización que hayan cometido delitos; pero no le corresponde ir a parar a “Alligator Alcatraz” o algo peor, solamente para satisfacer a Trump. Más enajenante en Guatemala es que Consuelo Porras y su gentuza en el MP hayan acusado de “terroristas” a algunas ex Autoridades Ancestrales -Pacheco, Chaclán y Toc- como venganza por haber defendido el triunfo electoral de Arévalo en 2023. Insto al presidente Arévalo a ordenar su libertad inmediata porque la acusación es ABSOLUTAMENTE FALSA.

Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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