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  Conviene decir que con Miguel Ángel Asturias, es Milla de los pocos escritores guatemaltecos que se adquieren en las librerías constantemente y cuyas obras constituyen lo que podríamos llamar best seller en el medio tan nugatorio y frío hacia las letras nacionales. Porque de no ser en los medios de comunicación el público o la opinión pública no lee al escritor nacional, acaso como un rasgo tópico del complejo de inferioridad (Adler) que todos padecemos, que nos dicta y aconseja que  ningún escritor nacional vale la pena. Y, así, volvemos constantemente los ojos a otros países, supuestamente más desarrollados literariamente, aunque algunos lo son.

  Mesonero Romanos y Larra –En España– escriben los mejores cuadros de costumbres en el siglo XIX. Tras de sus pasos va Milla. Pero hay que decir, así mismo, que el primer germen de la novela realista (sucesora y antagonista dialéctica de la novela y el cuadro de costumbres románticos) lo constituyen paradójicamente también el cuadro de costumbres realista, porque la primera novela realista no es otra cosa que cuadros y cuadros de costumbres en un solo hilván y unidad narrativa.

  Dentro del romanticismo el cuadro costumbrista es el que reúne las mejores esencias realistas y lo que por ende está más cercano a la realidad; realidad que por definición rehuía el artista romántico en alas de la evasión, de la pérdida de contacto con lo inmediato, intentando tocar fondo en sus propias e íntimas emociones que constituyeron el venero por antonomasia del romanticismo.

  Debido al cultivo del cuadro de costumbres y debido también a que dentro de algunas novelas histórico-románticas y sentimentales (del mismo período) el cuadro de costumbres surge contundente y sin ambages, se ha dicho que el romanticismo (entre sus muchos rasgos) también se encamina al nacionalismo y busca las raíces de lo local y el costumbrismo. ¡Y así es! Pero no constituye éste su rasgo fundamentador. Su característica tipificadora es el escarnio y vituperio de la razón y el engrandecimiento y exaltación de la emotividad y lo sentimental, como mundos capaces de lograr una cosmovisión incluso superior y de mayores alcances a la lograda por cualquier sistema  filosófico hasta el siglo XIX, porque otro rasgo del romanticismo es la desorbitación y el gusto por lo exagerado. 

  El cuadro de costumbres, ¡concluyamos esta larga disertación!, no es lo más propio del romanticismo. Más aún: podríamos decir que él es el principal rasgo realista que apresa el romanticismo para producir el cambio dinámico a la siguiente escuela: el realismo naturalismo que enriquecerá el ser del guatemalteco, mediante las letras de Enrique Martínez Sobral y su gran novela “Alcohol”, cima del naturalismo nacional, unida a las novelas del Dr. Ramón A. Salazar, eterno director de la Biblioteca Nacional como Rafael Arévalo Martínez.

  Por tanto, si Milla en sus novelas histórico-románticas no es tan romántico como el sentimental Jorge Isaacs en su “María” (por no llegar ni conquistar puntos de exaltación emotiva más allá de la tragedia y lo melodramático) lo es menos aún ¡insisto!, en sus cuadros de costumbres donde intenta la fotografía de su ambiente y de su ser. 

  Pero logra con sus cuadros costumbristas enraizarse tanto en lo nuestro como para enterrarse y  hurgar en las raíces del SER del guatemalteco, ¿o son sus cuadros parciales tomas de algunas áreas de la sociedad chapina sin mayor inmersión ni hondura?

  A mí me parece que Milla (con su vasta y enjundiosa labor) contribuye a la comprensión y formulación del Ser del guatemalteco, aun cuando sea desde su enfoque conservador de clase alta o acomodada. Cuenta el lector para llegar a sus propias conclusiones con todos los elementos que le he dado.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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