Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Yo creo que el país se ha ido metiendo en un agujero cada vez más profundo. El Estado no tiene recursos suficientes para salir de la encrucijada, pero tampoco la gente que trabaja en el campo hacendario hace muchos esfuerzos por cumplir con sus responsabilidades. Lo mismo pasa en el ramo de salud, al punto que hasta el momento todavía ignoramos de qué manera ayudó la donación de medicinas que logró el presidente Morales al inicio de su mandato; como si la Ley de Compras y Contrataciones va a seguir siendo irrespetada, para que sigan existiendo arreglos para adquirir lo que nuestra población requiere para no morirse y sobre todo, impulsar con energía los programas preventivos; tampoco a estas alturas del partido hemos tenido la oportunidad de ver al montón de máquinas, equipo y gente trabajando para reparar las vías de comunicación que se siguen cayendo en pedazos.

A mis amables lectores les consta que en vez de contagiarme de la impaciencia de mis conciudadanos, no he perdido la esperanza porque nuestro presidente Morales vaya empapándose de los múltiples problemas que le heredaron sus antecesores, cuya magnitud y variedad no permite que su resolución sea de la noche a la mañana. Pero esa comprensión no significa permitir que por tiempo indefinido no se vayan a tomar acciones que le permitan a la población recuperar la esperanza de que no todo esté perdido. Ahora es cuando cabe recordar el pensamiento de Rose Fitzgerald Kennedy: «La vida no se compone de grandes hitos sino de pequeños momentos». ¿Por qué no ir tomando acciones para irle dando a la población esperanzas o al menos, señales que vamos por la ruta correcta?

Si sabemos todos que la aplicación de la justicia es algo imprescindible ¿por qué no actuar con energía para evitar que lleguen a la Corte de Constitucionalidad magistrados con serios cuestionamientos o que ocupen esos cargos gentes sin la debida honestidad, honradez y rectitud a toda prueba? Menciono esto, por tratarse de un asunto de vital importancia en la coyuntura que nos encontramos, pero hay muchísimos cargos más que debieran ir siendo ocupados de igual manera para que fueran sirviendo de buenos ejemplos, de atinadas y oportunas decisiones, que amparen o respalden la esperanza perdida por la inmensa mayoría de conciudadanos.

Concretamente me refiero a los cambios que no pueden esperar más en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, por donde han desfilado verdaderos saqueadores de la misma, la que sigue sosteniéndose solo con los recursos del sector patronal y laboral, cuando ahora más que nunca debiera ser digno ejemplo de honestidad, transparencia y eficiencia y no tristemente todo lo contrario.

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