Aunque también durante el neoclásico hubo la creación de cuadros de costumbres y costumbrismo éste fue más débil en el sentido del habla y no tan vigoroso y expresivo como en los románticos, porque el neoclasicismo huía de la incorrección popular y del lenguaje vernáculo (con excepción del sainetista don Ramón de la Cruz) en busca de la claridad universal; mientras que el romanticismo (y en esto sí que es romántico José Milla) hurga en el habla tradicional de su territorio (como más tarde lo hiciera el querido Daniel Armas) y la explota con fecundo y rotundo nacionalismo y afán de exaltar lo propio, lo local y el folklore.
“Don Bonifacio” nos sirve de evidencia para demostrarlo, pues siendo su primera obra narrativa, ya desde ella hay esa busca del habla guatemalteca (de lo que podríamos llamar libremente DIALECTO GUATEMALTECO) para intentar un retrato expresivo de la patria que en este septiembre recordarlo sirve de exaltación.
Vienen después las tres novelas históricas nombradas. En ellas Milla evita el uso del habla chapina (chapín es un guatemaltequismo que en España significa un objeto del calzado) como elemento de “colleur locale” y retorna a esta experimentación y búsqueda en sus otras tres novelas de intención semirrealista –o en camino hacia el realismo- que son: “Historia de un Pepe”, “Memorias de un abogado” y “El esclavo de don Dinero”. Pero donde más acusa el rasgo del habla nacional es en “Viaje al otro mundo pasando por otras partes” y en los cuadros costumbristas que hacia el final de su vida (entre los años 70 y 82 del siglo XIX) realiza con verdadera maestría costumbrista de cuño romántico y medio aristocrático. Es decir, suspirando por la tradición y casi sollozando con saudade por ella; pues solo de tarde en tarde se muestra irónico -y menos aun satírico- respecto de lo tradicional y las costumbres.
Pero lo curioso es que los vocablos del habla popular los mezcla con locuciones latinas y frases en inglés o en francés, que casi nos suenan al cosmopolitismo de un Darío, un Gómez Carrillo o de Cortázar o Carlos Fuentes como por ejemplo: Nihil novum sub sole, in utroque, tibi quoque (en latín) sans facón (en francés) o I strike in with that (en inglés) solo para poner algunos ejemplos en volandas.
En “Don Bonifacio” no hay sólo esa busca de lo nacional mediante el lenguaje, sino también la del decidido costumbrismo cuando utiliza y entrevera en el texto tradiciones y leyendas vernáculas y seculares como la de la Tatuana, gracias a la cual y a sus brujerías don Bonifacio puede escapar de la cárcel a la que lo conducen por haber asesinado a su segunda esposa, Cecilia, con el collar de perlas de su primera mujer, Lola.
Hay en esta novelita en verso –“Don Bonifacio”- muchos rasgos de lo que más tarde será su prestigiada colección de cuadros de costumbres (quizá lo más valioso de toda su producción literaria) y lo que más deleitara a sus cientos de lectores que devoraban estos cuadros tradicionales en “La Semana” o en la “Hoja de noticias” donde primero se publicaron.