Para estos valiosos seres humanos, el drama comenzó en Guatemala. Por sus graves condiciones económicas, tomaron la decisión de abandonar sus hogares para viajar hacia el Norte, enfrentando penurias y riesgos. No fue fácil cruzar México y la frontera con EE. UU., perseguidos por criminales, agentes de seguridad mexicanos, la migra estadounidense y otros “lobos del ser humano”.
Muchos se acogieron a programas migratorios y otros se insertaron en la población por sus propios medios. Al iniciarse las redadas de ICE fueron fácilmente identificables y localizables, y se actuó contra ellos con odio, desprecio y no poca violencia. En su primer mandato, Trump había mostrado su fobia contra las y los menores, tanto no acompañados como quienes llegaban junto a familiares. Fue oprobioso el desfile con niños y niñas, en jaulas, con intención de estigmatizarles.
El drama aumentó con la xenofobia, racismo y clasismo de Trump y el ICE, su “Gestapo” conformada por gente violenta y cruel, además de cobarde, ya que sus caras se esconden bajo pasamontañas. Para obtener bonificaciones, según el número de personas capturadas, no han respetado derechos humanos ni valores humanos en su cacería de personas con inmigración irregular. Para llenar sus cuotas represivas, han utilizado perfiles raciales para capturar, igualmente, a residentes autorizados y aún a ciudadanos, muchos de los cuales han sido deportados. Menores no acompañados han sido las personas más vulnerables, bajo control y abuso de adultos desquiciados.
En días pasados, las “barbies” de Trump prepararon vuelos hacia Guatemala, para expulsar en pocos días a seiscientos menores de edad. Ciudadanos y organizaciones estadounidenses actuaron para detener por medios legales el envío de esos vuelos. Las medidas de expulsión han sido temporalmente detenidas; pero se teme que la manipulación por Trump de las cortes de mayor jerarquía termine por lograrlas en su mayoría. El gobierno de Arévalo se movilizó para acompañar a estos menores de edad y planteó que en vez de su expulsión se aplicara el principio de la “reunificación familiar”, lo que permitiría que un porcentaje de ellos pudiera quedarse con familiares en EE. UU o con personas que les hubiesen apoyado en su inserción.
Se ha criticado a Arévalo por no parar estas deportaciones; pero ni Trump ni Rubio ni sus “barbies” entienden razones. Varios consulados trabajan intensamente para proteger a nuestros connacionales; no el Conamigua, con su amplio presupuesto, que ha brillado por su ausencia. El Congreso de la República tampoco ha hecho nada por las y los migrantes; se desgasta en el logro de intereses espurios, incluido su inmoral aumento salarial. Para no molestar al dictador gringo, el Congreso no se anima a emitir un comunicado de respaldo a quienes el presidente Berger llamó “héroes nacionales”, ni siquiera cuando nuestros niños y jóvenes, el futuro de la Patria, son humillados y violentados. Creo que este drama retornará como “karma negativo” contra EE. UU. y contra la clase política guatemalteca. Mientras tanto, ciudadanía, hagamos por las y los migrantes lo que el Estado no hace.