Este invierno está desnudando, aún más, si se puede, la realidad de la precaria infraestructura vial del país, averiada y casi inutilizable. Hay que reconocer que el causante de este deterioro no es únicamente el gobierno actual, presidido por Bernardo Arévalo. El último gobierno guatemalteco que realmente se tomó en serio el diseño, planificación y ejecución de carreteras (y de infraestructura en general para el país) fue el del general Romeo Lucas García. Los dos gobiernos de facto posteriores, así como la sucesión de gobiernos democráticos, únicamente se han dedicado a reparar y chapucear, ni siquiera mantener, la red existente, con onerosas obras que han sido verdaderos mamarrachos, en los que cada vez más la sobra es mayor a la obra. El gobierno actual no es la excepción.
Prueba de lo anterior es que hoy, con un tramo de casi 100 kilómetros de cuatro carriles, dos de ida y dos de vuelta, toma entre 6 y 7 horas viajar de ciudad de Guatemala a Puerto Barrios, mientras que, a finales del siglo pasado, cuando la carretera era de dos carriles, uno de ida y uno de vuelta, el mismo trayecto tomaba unas 4 horas. Hoy, ir de ciudad de Guatemala a Retalhuleu, toma por lo menos de 5 a 6 horas, si le va bien, mientras que, a finales del siglo pasado, con una carretera de dos carriles, uno de ida y uno de vuelta, se hacían 3 horas, si no menos.
El abandono y la negligencia de este gobierno es tal, que el estimado colega columnista, Dr. Fernando Cajas, ha abordado en sus columnas de opinión al menos en tres ocasiones el peligroso hundimiento en el kilómetro 189 de la ruta conocida como Cito-Zarco, que conecta Quetzaltenango con Retalhuleu, el cual ha sido atendido con la pachorra que caracteriza al gobierno de Semilla, ahora Raíces.
Esta ruta es muy importante, principalmente por dos factores: el comercial, debido a que las hortalizas producidas en el valle de Almolonga se transportan hacia la Costa Sur por dicha carretera y la falta de infraestructura no permite que los perecederos puedan almacenarse en temperatura regulada; y el turístico, porque la población, no sólo de Xela, sino que también de otros municipios del Altiplano, utilizan dicha carretera para ir a vacacionar a los parques del IRTRA, a Champerico y a otros balnearios de Retalhuleu o San Marcos, como Ocós. Adicional, era la única ruta en un estado aceptable que comunicaba el Altiplano con la Costa Sur.
Aunque la responsabilidad del deterioro de la infraestructura vial de Guatemala no es exclusiva de este gobierno, la comparten con sus predecesores, lo que definitivamente no pueden hacer es alegar desconocimiento de la situación, porque ellos, Arévalo y su equipo, sabían perfectamente a qué se metieron en la anterior campaña electoral. Sin embargo, su falta de preparación es obvia.
Lo peor de todo es la falta de sentido autocrítico y de reconocimiento de sus yerros por parte del gobernante y su equipo. En la entrevista que Grecia Ortíz de La Hora le hizo al presidente Arévalo la semana pasada, el mandatario se expresaba como que todavía estuviera en su campaña presidencial, hablando maravillas del tren, de los puertos (colapsados) y aeropuertos, y de cómo él está creando la “plataforma” para el despegue económico del país. Esa disociación con la realidad, al igual que la tuvieron Jimmy Morales y Alejandro Giammattei cuando fueron presidentes, nos da a entender con claridad, no sólo cómo funcionan las roscas de aduladores que rodean a los gobernantes para adularlos y lisonjearlos, sino el grave daño que provocan al país, que lo tienen literalmente en pedazos.