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La Revolución de Octubre de 1944 construyó una universidad autónoma y relativamente democrática, esta fue la Universidad de San Carlos. Debido a su historia colonial, ni siquiera el nombre le pudieron cambiar. Los revolucionarios de aquel hermoso octubre debieron cambiar el nombre a la San Carlos y quitarle todo rasgo colonial y religioso, pero no fue así. La verdad es que la Universidad de San Carlos que emerge en 1944 no es la universidad colonial de 1676, ni siquiera es la universidad liberal del siglo XIX. Eso de «tricentenaria» es una aberración histórica o el producto de algún rector populista que quiso describirla como: «La más grande entre las grandes», falso. A pesar de eso emergió una universidad de altas capacidades académicas que de a poco fue liberándose de su herencia colonial, dictatorial, racista y machista. Para empezar, en 1944 inició la mejora del acceso de mujeres a la universidad, acceso que se había denegado por siglos.

La Universidad Nacional y Autónoma fue la base intelectual de la transformación social de 1944. No existiera la San Carlos sin la Revolución de Octubre. Durante los años 60 se construyó una visión de Estudios Generales, esto es, todos los estudiantes universitarios llevaban cursos comunes: Matemática, química, física, sociología, ciencias básicas. Los cursos estaban a cargo de los mejores científicos guatemaltecos de la época. Ese modelo cambió radicalmente cuando cada facultad tomó el control de dicha área común y se enfocó en licenciaturas. Durante los años 50, 70 y 80 había investigación científica en la Universidad Nacional debido a la existencia de excelentes académicos.

La Facultad de Agronomía había formado investigadores de alto nivel, lo mismo Ingeniería, Económicas, Química y hasta Humanidades la que entonces tenía verdaderos humanistas, gente formada para la docencia universitaria, verdaderos académicos había en Humanidades no el monigote que de decano de Humanidades se convirtió, a la fuerza, en rector usurpador. Lo mismo era en Ingeniería, había excelentes docentes e investigadores que estuvieron entre 1970 a 1990, no digamos la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia con docentes investigadores bien formados, con postgrados de verdad, no los doctorados-patito actuales.

A finales de 1960 emerge el primer centro universitario de la San Carlos, el Centro Universitario de Occidente, (CUNOC), en la ciudad de Quetzaltenango, ciudad que ya tenía una historia centenaria de vida universitaria desde la fundación en 1876 de la verdadera Universidad de Occidente, una universidad fundada por la revolución liberal de Justo Rufino Barrios. La nueva organización académica a través de un centro universitario de la San Carlos bajo la filosofía de ser un centro experimental debió ofrecer carreras a la región occidental del país de acuerdo con su contexto. El CUNOC también fue área de la disputa política, perdiendo muchos alumnos y profesores en la guerra civil guatemalteca. Realmente el ataque del ejército a la universidad fue terrible: Estudiantes y profesores asesinados, secuestrados, violados, desaparecidos, exiliados. Aún queda en mi memoria el asesinato del director del CUNOC Raúl Rodríguez, baleado en el mismísimo campus de Quetzaltenango. Todo esto marcó el futuro y posterior decadencia de la USAC.

Luego emergen los centros universitarios regionales para desarrollar carreras técnicas cortas, pero nada de eso hicieron. Más bien copiaron el modelo de licenciaturas largas y aburridas del Campus Central. Al mismo tiempo emergen las Escuelas no Facultativas, nombre discriminatorio que se les dio a organizaciones académicas administrativas que no podían enmarcarse en facultades, para que las facultades no perdieran sus privilegios. Ni los centros universitarios ni las Escuelas no Facultativas se han podido desarrollar dentro del modelo napoleónico de facultades que son las que realmente manejan académica, política y financieramente a la USAC. En ese sentido el gobierno universitario no es democrático ni representativo. Más de la mitad de los estudiantes y docentes no tienen representación alguna en el Consejo Superior Universitario, CSU.

Así nos encontramos con una organización académica inoperante donde las facultades tienen todo el control y hasta se han extralimitado ilegalmente al inventar extensiones universitarias con fines políticos de tener votantes a decano para perpetuar poderes, léase facultad de humanidades, en minúscula por el declive académico y moral en el que vive o sobrevive la otrora pertinente Facultad de Humanidades de la USAC. Con más de 40 unidades académicas, donde cada una es una anarquía viviente, la Universidad de San Carlos se ha convertido en una institución altamente burocratizada, centralizada cuyo poder político, financiero y administrativo se encuentra en la zona 12 de ciudad capital. ¡Vaya torre de Babel!

En resumidas cuentas, la USAC es una institución cooptada por corruptos, con miembros del Consejo Superior Universitario que no respetan ley alguna, no todos por supuesto, ya que hay consejeros honestos, una minoría desafortunadamente. Con un rector que ha usurpado el puesto, Escuelas no Facultativas que han sido creadas para no participar en las decisiones importantes de la universidad, algunas cooptadas y otras en pie de lucha como la Escuela de Psicología a la que le impusieron un director, centros universitarios con bajísima eficiencia, facultades inoperantes con licenciaturas larguísimas y de ribete decenas de extensiones universitarias de humanidades que son una farsa académica. Todo esto solamente refleja una universidad en decadencia que debe transformarse inmediatamente. El camino debe ser el diseño de un sistema de educación pública superior, para crear nuevas universidades públicas despolitizadas y eficientes.

La creación de un sistema de educación superior es fundamental, con ello un ministerio de educación superior para gobernar a quince universidades que no tienen ni dirección ni sentido, son instituciones que en general se han construido, inventado para lucrar, no para educar. Aquí incluyo a todas las universidades guatemaltecas. El nuevo sistema de educación superior debe reconocer que no solamente debe existir oferta de licenciaturas, no. Esa enfermedad que yo llamo licenciatitis hay que erradicarla.

Mi propuesta es que deben existir a nivel de educación superior carreras técnicas cortas, de uno, dos o tres años, no más. Las licenciaturas deben ser de cuatro años y deben ser de verdad, no como la ingeniería química que le dio Murphy Paiz, entonces decano de ingeniería, a Miguel Martínez, falsa y a cambio de favores sexuales. ¡Ah! y sí se van a dar maestrías y doctorados que sean de verdad, no esos doctorados patito que abundan en Guatemala o esos que inventan títulos, como el que le dio la Universidad Mariano Gálvez a la fiscal general Consuelo Porras. ¡No más farsas!  Ese es el camino. Hagámoslo, pero ahora, porque si no es ahora, no será nunca.

 

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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