En Guatemala, un patrón recurrente de patologías sociales define la vida actual: Corrupción en las instituciones del Estado, donde campean el fraude, el peculado, el pacto colusorio y el abuso de autoridad. Bandas criminales dedicadas al saqueo, la venta de drogas y la extorsión. Explotación incontrolada de los recursos naturales, sin procesos de renovación. Una Juventud diversa, creativa y comprometida, silenciada con autoritarismo y represión. Asesinatos por diversas causas. Civiles fuera de la ley. Enfermos, desnutridos y hambrientos en cada rincón del país. Negocios e instituciones de bienes o servicios, utilizados para ocultar o disfrazar el origen ilícito de recursos provenientes de actividades delictivas. Un flujo constante de migrantes y remesas en aumento que refleja búsqueda de oportunidades fuera de las fronteras nacionales.
Este compendio de problemas, al observarse en conjunto, describe la vida patológica de la Guatemala actual. Todos estos fenómenos están estrechamente relacionados y los une un poderoso pegamento: una crisis de valores.
La cuestión de los valores es crucial, ya que su importancia es bidireccional. Por un lado, la falta de valores cívicos y éticos contribuye directamente a la persistencia de problemas como la corrupción, la impunidad y la desigualdad. Por otro lado, estos mismos problemas deterioran el tejido social, lo que a su vez debilita los valores fundamentales necesarios para una convivencia sana y un desarrollo sostenible. Es un ciclo de deterioro en el que la falta de principios genera problemas que, a su vez, profundizan la crisis moral de la sociedad.
Cuando hablamos de valores fundamentales, nos referimos a comportamientos que cada vez se pierden más y que son esenciales para el desarrollo de la nación:
Honestidad y Transparencia: Sin su práctica cotidiana, no se puede reducir la corrupción ni fomentar la desconfianza en las instituciones. Solidaridad y Equidad: La promoción de la solidaridad ayuda a mitigar la desigualdad social y la pobreza, al Reconocer que el bienestar de uno está ligado al del otro. Respeto a la Ley: Cuando tanto los ciudadanos como autoridades respetan el marco legal, se construye un Estado de derecho fuerte y justo. Responsabilidad Cívica: La participación activa en los procesos democráticos y el cumplimiento de las obligaciones ciudadanas son esenciales para fortalecer las instituciones y abordar problemas nacionales.
Analícese usted mismo y vea con cuántos de esos valores está comprometido. Estoy seguro de que lo primero que haremos es echar la culpa de nuestro incumplimiento a otros, lo que demuestra nuestra falta de responsabilidad.
Sin embargo, hay algo de cierto en buscar las culpas en el exterior: las estructuras y dinámicas de una sociedad, influyen directamente en los valores de sus ciudadanos. Los erosionan. La Pobreza y desigualdad extrema: En un entorno donde la supervivencia es la prioridad, la obtención de recursos a menudo se antepone a la ética. La Corrupción Sistémica: Cuando los ciudadanos perciben que las reglas no aplican a todos por igual, se erosiona la creencia en un sistema justo. Esto normaliza el incumplimiento y deslegitima el valor de la honestidad. La Falta de Confianza Institucional: Cuando las instituciones y los poderes de gobierno son percibidas como débiles, injustos e ineficaces, se pierde la fe en el Estado de derecho. La gente no ve razón para respetar las leyes si no cree que las instituciones las aplicarán de manera imparcial. La Educación Deficiente: Un sistema educativo que no fomenta el pensamiento crítico y la ética cívica, desliga al estudiante de su papel en la sociedad. La falta de educación cívica contribuye a la apatía y al desconocimiento de los derechos y responsabilidades.
Todo esos faltantes desembocan en interpretaciones colectivas que impiden progresar creando una conducta generalizada en cuatro componentes: 1º Desesperanza Aprendida: los ciudadanos sienten que sus acciones individuales no tienen impacto provocando la apatía y a la falta de participación cívica.
2º Desconfianza y Aislamiento: La constante exposición a la impunidad y la violencia genera un profundo estado de desconfianza hacia los demás, lo que lleva al aislamiento, debilitando el tejido social y la capacidad de cooperación colectiva.
3º Racionalización del Incumplimiento: Los ciudadanos piensan: «Si todos lo hacen, ¿por qué yo no?» o «Es la única manera de sobrevivir aquí». Esto les permite mantener una autoimagen positiva mientras ignoran las normas sociales.
4º Falta de Empatía y Solidaridad: La lucha diaria y la desconexión con la comunidad, pueden disminuir la empatía hacia el sufrimiento ajeno. Cuando la gente se concentra en sus propios problemas, se debilita el sentido de responsabilidad colectiva.
Esa es la Guatemala que tenemos que cambiar.