La actual administración del Ejecutivo, creo y estimo, que nos está demostrando que los insolentes corruptos, a pesar de sus múltiples atrevimientos, no han logrado victoria alguna, aunque si se han mantenido al tanto de los acontecimientos. Lo que está ocurriendo debería de ser motivo para el pueblo no solo satisfacción, sino también de apoyo real a la lucha emprendida por sus autoridades. Este respaldo permitiría pasar de detener un mal, a erradicarlo por mucho.
El atrevimiento actual del Ejecutivo no debe encontrar una respuesta popular pasiva. Por el contrario, requiere solidaridad manifiesta no solo de palabra y presencia pública en las calles, sino también en exigencias de cumplimiento de lo establecido en la ley y las normas. No debemos olvidar que, en nuestra historia, el corrupto en nuestra historia, nunca ha llevado las perder; sin embargo, quienes padecen sus desafueros, siempre pierden especialmente cuando adoptan una actitud de indiferencia y tolerancia. En estos momentos, el pueblo ya tiene a quien dirigir sus quejas, pero el Ejecutivo aún carece del apoyo substancial de su población, lo que le dificulta mantener una lucha suficiente y adecuada contra la corrupción.
Sé que muchos argumentarán –no sé si para encubrir su apatía o pasividad– que para ello está el poder Legislativo, que representa sus intereses. Pero me pregunto ¿qué oscuridad es esta? ¿Acaso no es sabido que los diputados son personajes que priorizan atender a quienes les brindan comodidades y les otorgan cuotas sociales de poder, dejando en segundo plano la solución de problemas nacionales y locales?
En estos momentos críticos que atraviesa la humanidad, no es posible continuar andando por la vida sin una conciencia plena de que las malas decisiones y acciones de líderes y funcionarios dañan el bienestar de la mayoría. Si no prestamos atención a lo que hace el gobierno y no le brindamos el apoyo necesario, seguiremos profundizando el malestar general.
Estamos a pocos meses de concluir el segundo año de mandato gubernamental, casi a mitad de su período, y no es justo que, como población, no hayamos puesto un esfuerzo riguroso en apoyar un tratamiento adecuado al descontrol institucional y judicial, así como en enfrentar la evidente incompetencia legislativa y judicial. Hoy en día, estas instituciones se han convertido en verdaderas ratoneras que mantienen el Estado funcionando de manera medieval, es decir, en beneficio de unos pocos.
Ha llegado el momento de que el pueblo exija y se involucre en una lucha que aborde al menos cuatro temas fundamentales: la ley electoral , las elecciones de magistrados y jueces, la seguridad y violencia y economía y las políticas sociales. Estos temas, de interés público y esenciales para fortalecer la democracia, están cargados de diferencias ideológicas. Sin embargo, una orientación adecuada hacia su atención, debe partir de un intercambio de ideas en el que sea evidente que tanto la formulación de ideas y propuestas como la conducción del diálogo, deben enfocarse a un objetivo central: mejorar la vida de los más vulnerables.
Este esfuerzo que solicito, demanda prestar atención a las causas estructurales en cada uno de los temas propuestos, las cuales limitan el alcance de dicho objetivo. Por ejemplo, la Ley Electoral y de Partidos Políticos está directamente relacionada con el bienestar, ya que la normativa y su dinámica actual, tiene la limitación de no permitir una representación y participación adecuada de los grupos vulnerables. Esto es fundamental para abordar los otros temas, ya que influirá en la forma de toma de decisiones políticas orientadas a mejorar el bienestar de quienes más lo necesitan.