Dos camaradas de vida, “los meros cuates” que están en una pequeña obra, porque son de mi cofradía. Estoy conversando en el firmamento con algunos amigos de mi papá y míos, uno de ellos es Juan Orlando “el Mono” García Rivera. Orlandoel Mono” fue mi amigo desde la infancia de la Escuela Casa Central y luego en la Universidad, y otro camarada entrañable el Jesús “Chus” Marroquín Castañeda del -Frente Estudiantil Social Cristiano- (FESC).

Marroquín Castañeda lo asesinaron el 17 de julio de 1980, en la zona 1 capitalina, individuos desconocidos con armas de fuego. Chus fue profesor de la Facultad de Derecho, trabajador del Bufete Popular de la Universidad y asesor jurídico de los Comuneros de Santa María Xalapán, Jalapa, grupo comunitario al que, desde varios años atrás, se le había despojado de sus territorios. Fue asesinado cuando se dirigía a una de las comunidades de las montañas de Jalapa. El crimen se lo atribuyó el Ejército Secreto Anticomunista, un grupo paramilitar organizado, dirigido y conformado por miembros del Ejército Nacional. Y en esa época de noviembre de 1978, ya lo habían intentado asesinar.

Chus fue periodista y abogado, ejerció la docencia en las facultades de Derecho y Agronomía de la Universidad de San Carlos y siempre estuvo de la trinchera revolución, el aula universitaria, como soñaron muchos y pelearon para realizar un día la utopía de ser partícipe del nacimiento de una sociedad redimida, más justa, humana y solidaria.

La muerte de Chus dejó una huella indeleble en el tejido social, y honramos la memoria a todas las víctimas del Conflicto Armado Interno. Porque recordamos a los vivos y los muertos, en su cama o los que murieron en las ciudades con la frente en alto y a los que cayeron en las montañas, con la cara viendo al cielo. A todos aquellos que jamás fueron comprados por el dinero, la vanidad y la opulencia. A los solidarios con las luchas sociales de nuestra raza.

Tanto el “Mono” como “Chus” y yo, teníamos nuestras tertulias con él en la casa de su sobrino-abuelo, don Clemente Marroquín Rojas, ella en la Avenida Bolívar, donde en su dormitorio, que al igual que el tuyo “Chus” y el mío, tenía como cabecera de cama un poster de Ernesto “el Che” Guevara. Porque ni “Chus”, ni el “Mono”, ni el “Mico” Dwight Ponce, ni Tono Mosquera, ni el “Gordo” Marroquín, o Michelle Marsicovetere, ni yo, ni muchos otros fuimos hipócritas y jamás escondimos nuestra admiración por el “Che”, por el padre Camilo, por Rogelia Cruz, por Otto René, por Luis Turcios. Todos ellos a su manera construyeron sueños, realizaron quimeras, crearon mundos diferentes, “profundizaron su raíz humana y ofrendaron su vida por los olvidados y desvalidos de la tierra”.

Me recuerdo, que un abril de 1970, con el maestro y amigo Jorge Mario García Laguardia, en el curso práctico de la clase de “Técnicas de estudio e investigación”, trabajamos con algunos grupos de estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Usac, en un Estudio Social-Económico, monográfico del Municipio de San José del Golfo; el coordinador era Chus Marroquín y con los estudiantes: Michelle Marsicovetere Schwartz, Jorge Vega, Tito de León, Eugenia García Jiménez, Edgar Marroquín Vélez, Gabriel “Patton” Domínguez, Héctor Adolfo “el Huevo” Cifuentes Mendoza, Flaminio Bonilla Valdizón, Salvador “Salvita” Búcaro Hurtarte, Juan Orlando “el Mono” García Rivera, Dwight “el Mico” Ponce Quezada y Manolo Juárez Melgar. Es necesaria esta digresión, porque el mentor García Laguardia, fue un erudito e ilustrado jurista experimentado en Derecho Constitucional.

Con Orlando y nosotros en Escuela de Derecho, trabajamos para estudiar, con análisis, ensayos y siempre desvelados, nosotros “los cuates”, amigas y amigos, que éramos guerreros de la justicia, espartanos guerrilleros, burgueses y proletarios, todos esos bandoleros siempre sinceros que nos formamos, que siempre nos admiramos y nos jodimos”. En nuestro recinto universitario en cuyas aulas augustas, testigos de mil batallas y combates con la pluma y vivimos con la firmeza, de defender la justicia, con testimonio constante, ecuánime y fervoroso de la ciencia del derecho, de la equidad y la templanza y vivir con entereza, tolerancia y gran llaneza; en este ejercicio de la Justicia, la Dignidad, la Democracia y la Solidaridad.

Tengo remembranzas de estos amigos de mi generación y las anales de mi padre y los compañeros de la Escuela de Derecho, que hace más de setenta años amigos de mi papá y los míos de más de cincuenta años, porque hay muchas aguas corridas bajo nuestros puentes, y nuestras estaciones, esas primaveras, los veranos, aquellos inviernos y viejos otoños, porque éramos unos patojos rebeldes y ahora con el pasado del tiempo, porque somos dadivosos, que han sido con Dios y esas vidas con nuestra existencia.

En el fin del Siglo XX y en este Siglo XXI, tenemos una generación incomprensible, que gran parte de la progenie intelectual de ese siglo, y este primer siglo XXI, se han caracterizado como una generación cuyo horizonte principal fue la actividad política, pero implementada y entendida esta acción, como la sola búsqueda de alcanzar el poder para satisfacer ambiciones personales y llenar vacíos de frustración y un ego de popularidad, que jamás habrían logrado en otras actividades del quehacer humano. Pero estos amigos Orlando y Chus, eran diferentes, eran leales, eran de avanzada, renovadores, activos y rebeldes.

Los que se dicen políticos de esta generación, se han caracterizado más por la ambición que por la aspiración, más por el hedonismo que por el sacrificio, más por la notoriedad efímera que por la gloria histórica, más por el abuso que por el respeto, más por la prepotencia que por la humildad. Y en este andar de los políticos se ha negado el paso a la ética y a la virtud, a la moralidad y a la decencia, a la paciencia y tolerancia. En fin, se ha cerrado el camino a las actitudes correctas y consecuentes con las necesidades históricas de una comunidad nacional ya cansada del engaño y la falacia, de la argucia y la demagogia, cansada del saqueo y la inmoralidad.

Hemos visto desfilar en ese Siglo XX y Siglo XXI a políticos de todas las tendencias, de todos los colores y precios; a decenas que se han vendido por lentejas y a unos cuantos honorables, íntegros y decentes. Son muy pocos los políticos que entienden a la democracia como una forma de vida que busca el mejoramiento social y cultural de los pueblos, a la democracia como un sistema diario y necesario de vida que se afianza y halla su base y raíz en la comprensión, la cooperación y la solidaridad. Son contados los que se han habilitado en el entendimiento correcto de lo que es una democracia y escasísimos los formados dentro de cartillas de respeto, honestidad, trabajo solidario y disciplinado.

Pero todos o casi todos han sido seducidos por la facilidad del dinero, por el placer que la corrupción compra, por la sensación de grandeza que da el poder, por el sentimiento mundanal de riqueza que se experimenta con el dinero mal habido. La política es una ciencia y es un arte. La política es un quehacer que debe aunar en una comunidad nacional la multiplicidad de tendencias humanas. Es una acción de conjunto en que todos los ciudadanos deben participar para buscar el bien común general. La política no es solo una lucha por alcanzar el poder y servirse sus detentadores para controlar los gobiernos y los Estados y sacar únicamente provecho personal. NO, la política, repetimos, es mucho más que eso; sus fines, sus modos y sus concepciones son diversas, pero en toda actividad política debiera prevalecer la moralidad, la justicia, la razón, la sobriedad y la solidaridad.

Fuimos muchos de esta generación de los 60, 70 y 80 que nos involucramos en la acción política desde las aulas de nuestra Tricentenaria Universidad de San Carlos, nos enrolamos con el vigor de la juventud y con ideales intactos y provistos de buena fe, sabiendo que los caminos de la política son inciertos e ingratos. Que en ese transitar podríamos encontrar hombres y mujeres con rasgos de genialidad y grandeza, figuras heroicas y ejemplares y otras personalidades discutibles y hostiles a la democracia. Lamentablemente, ha sido un desfile interminable de políticos mediocres y ambiciosos, impreparados y petulantes, corrompidos y serviles.

Me recuerdo de un viejo artículo, publicado el 29 de noviembre de 1991, cuando era columnista en Siglo XXI, entonces les decía; que los políticos no tenían carencia de aspiraciones por ocupar lugares y espacios de popularidad y glorias, pero grandes amigos de mi padre, míos y mi familia, porque observamos con satisfacción a patriota y político, con la estatura humana y moral, y este es un homenaje a estos amigos: Gustavo Adolfo “Colash” López Sandoval, Félix «Tabla» Castillo Milla, René «el Choco» Búcaro Salaverria, Mario Aguirre Godoy, Mario López Larrave, Carlos “Tarzán” Velásquez Calderón, Orlando García «el Mono» Rivera y Jesús “Chus” Marroquín Castañeda y otros más.

Creo atinado cerrar esta columna, porque estos amigos de mi padre, tuvieron infinidad de “cuates”, cuando su permanencia, y estuvieron en la tierra, con nosotros estuvimos en la arena y la greda. Pero cuando la parca los llevó, fue para abrazarlos nuevamente, brindar por su bohemia erudita y natural, por su llaneza y su trabajo, porque Dios en el paraíso, contrató ad honorem a todos estos amigos, para impregnar trazos de serenidad, alivio, ternura y amor, darle más luminiscencia a la luna, un nuevo fulgor, a las estrellas, a los astros y los luceros y juntos poder contemplar una constelación, repleta y rebosante con el ingenio y creación.

 

Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

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