La indignación se regó por las redes sociales esta mañana, cuando se supo que la señora Roxana Baldetti llegó a rendir declaración por el trinquete asqueroso del lago de Amatitlán, perpetrado bajo su directa supervisión y control, con la complicidad de su hermano, y simplemente dijo que no quería ir a la carceleta y que tampoco quería que le pusieran grilletes, como corresponde a cualquier persona sujeta a prisión preventiva por la comisión de algún delito. Pero si bien ella puede pedir lo que le dé la gana, lo inaudito, lo inaceptable y que merece ser repudiado por la población, es el comportamiento de las autoridades que literalmente se le siguen zurrando a la señora Baldetti, quien impone su ley como si fuera la Vicepresidenta de la República y no una mujer sometida a procesos por actos de corrupción.

En Presidios la han tratado como si fuera un personaje merecedor de todas las atenciones habidas y por haber, con consideraciones que no tienen explicación alguna y que, por supuesto, enervan a la población que justificadamente se indigna al ver ese abyecto proceder de funcionarios a los que se les paga para que cumplan con los procedimientos por parejo. No puede haber trato preferencial para nadie y menos para una persona que hizo todos los méritos del mundo para granjearse la antipatía de la población, precisamente por este mismo caso que ahora la lleva nuevamente al banquillo de los acusados.

Es absolutamente cierto que tenemos que respetar la presunción de inocencia, pero también los procedimientos ordinarios para el traslado de los sindicados a sus respectivas audiencias. Y nuestra pregunta es qué o quién se cree la señora Baldetti para decirle a los guardias del Sistema Penitenciario que no le pongan grilletes porque “ella no quiere” y que no la metan a la carceleta, con sus socios y su hermano, porque no se le ronca la gana ir a ese sitio que es el lugar común para los detenidos que aguardan para dar declaración.

Ella seguirá acumulando animadversión porque su arrogancia así lo impone, pero a las autoridades de presidios les debería de dar pena su comportamiento porque el mismo implicaría que cualquier detenido tiene derecho a negarse a que lo engrilleten o a que lo lleven a los lugares comunes de detención. Seguramente la señora Baldetti fue trasladada en cómodos vehículos blindados en vez de ir en la palangana de un picop como van sus compañeros de prisión y son esos detalles los que hace siglos lanzaron a un pueblo a la toma de la Bastilla.

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